08 mayo, 2013

Rebobine, por favor

 photo Rebobineporfavor_zps4129c994.jpg

 Con su engañosa sencillez disfrazada de comedia ligera sobre unos colegas de barrio que hacen travesuras, 'Rebobine, por favor' es una curiosa reflexión acerca del concepto del original y de la mala reputación de la palabra copia. Michel Gondry dirige una película capaz de reírse de sí misma en la que uno de los protagonistas queda magnetizado por accidente y borra todas las cintas del videoclub de un amigo. Con el negocio al borde de la quiebra, deciden volver a rodar de forma casera 'Los cazafantasmas', 'King Kong', '2001 Una odisea del espacio' y otros hitos del cine, y explican a los clientes que esa apariencia tan cutre se debe a que son la versión suecada del original.

 Una ocurrencia magistral que, aprovechando el prestigio y la fama de incomprensible del sueco Ingmar Bergman, utiliza como coartada al cine de autor extranjero para justificar unas cintas en las que no existe la verosimilitud ni se la espera. Estas versiones bastardas se convierten en un fenómeno de masas dentro del barrio hasta que el FBI arruina el éxito comercial de la peripecia con una palabra: piratería.

 En los años 50, el Kiosco Alfonso de A Coruña tenía dos salas de cine. La de abajo poseía una característica insólita: la pantalla estaba en medio de la sala. Todos corrían para ver la película del derecho. Si no se apresuraban para encontrar un buen sitio, tenían que verla del revés. Presa de un impulso darwiniano, mucha gente aprendió a leer del revés, algo muy útil si se tiene en cuenta que la vida siempre puede dar la vuelta de repente. El cine costaba una peseta y para los últimos en entrar todos los personajes eran zurdos. Hacia el final de 'Rebobine, por favor', los protagonistas cuelgan una sábana blanca en el escaparate para hacer una última proyección privada antes de que se proceda a la demolición del videoclub. Mientras ven su película, no se percatan de que al otro lado de la pantalla, en la calle, se ha ido congregando una multitud que producirá una de esas explosiones de ayuda vecinal tipo Frank Capra. Nunca sabe uno lo que puede ocurrir detrás de la pantalla.


                                                                                                                                      (Publicado en La Voz de Galicia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario