19 septiembre, 2012

Misterioso asesinato en Manhattan

 "Todo el mundo cree que leo más de lo que leo y pienso más de lo que pienso. Debe de ser porque tengo gafas". El razonamiento anterior pertenece a Woody Allen, un señor que aparece a menudo por este blog. Durante muchos años, dio la sensación de que poseía el monopolio de las buenas ideas, era (es) ingenioso sin pretender. Ahora, a menudo lo ningunean. Han descubierto su secreto: las gafas.

 La película que hoy ocupa esta pequeña resma de papel virtual es una joya en el género de los detectives aficionados y tuercebotas : Misterioso Asesinato en Manhattan. Woody Allen. 1993. Es aquella en la que se pronuncia una de sus sentencias más famosas: "No puedo escuchar tanto Wagner, me entran ganas de invadir Polonia".

Photobucket

 Carol Lipton necesita adrenalina. Está aburrida de un matrimonio que vive la rutina de dos viejas zapatillas de casa. Su ansia de aventura, hace que comience a fantasear con la idea de que su vecino, un hombre de avanzada edad, ha asesinado a su esposa. Se convierte así en una detective disparatada a pesar de las colosales objeciones de su marido, cuyo concepto de las emociones fuertes es hacer puzzles. Diane Keaton interpreta a esa mujer que hereda la habilidad de enredarlo todo que poseían Katharine Hepburn o Carole Lombard en la comedia clásica. Con motivo de tamaña investigación pazguata, arrastra a su escéptico esposo, Woody Allen, a las situaciones más insensatas y divertidas que uno pueda imaginar.

 De la misma forma que algunos grandes de la literatura se han creado un territorio mítico, Woody Allen, antes de convertirse en emigrante de lujo, también construyó su propia Tierra Media. Ha convertido en universales las inquietudes de su vecindario mientras fabricaba el electrocardiograma de su ciudad: Nueva York. En varias películas de este director el marco luce tanto como la foto, y con un balanceo perfecto. Si las ciudades son libros que se leen con los pies, mucho hemos paseado de contrabando con Woody Allen, ese tipo acomplejado, feúcho, con su disfraz de pobre perdedor lleno de dudas que se pasa la vida, como todos, deseando lo que no tiene. El suyo es un cine de plegarias atendidas. La comedia o las lágrimas llegan cuando se consigue lo pretendido y no resulta ser lo imaginado. En este filme, una versión oculta de "La ventana indiscreta", cambia el cotilleo y la escayola de James Stewart por una cámara al hombro que convierte en fisgón al espectador. Le da la vuelta al calcetín y usa los mismos elementos que Hitchcock, cambiando el suspense por la comedia.

3 comentarios:

  1. Yo esto lo he leído antes, señor Intrascendente, es usted un plagiador.
    Boo

    ResponderEliminar
  2. Señor Boo Radley es usted un cachondo. Se da cuenta de que cualquier persona (sin duda despistada) que pase por aquí puede pensar que su acusación es cierta y que soy un Camilo José Cela cualquiera.

    Esta pequeña reseña de la película de Woody Allen se publicó también en el diario “La voz de Galicia” y ambas están escritas por el mismo amanuense: un fulano que se hace llamar pretenciosamente “el intrascendente” y que de señor tiene poco.

    ResponderEliminar
  3. Señor Intrascendente, no pretendía yo tanto desvelo ni procurarle litigios por lo que veo improbables, pero ya que reivindica su autoría en la reseña publicada en La Voz humildemente me la envaino, celebro su éxito y, una vez más, su verbo afilado.
    Boo Radley

    ResponderEliminar