06 marzo, 2013

La ruta del tabaco

 Hubo una época en la que todo el comercio derivado de los cultivos pasaba por la ruta del tabaco y por los pueblos que nacían en su cuneta. Ahora, en plena Gran Depresión, de la prosperidad de antaño solo quedan perros flacos, caminos polvorientos, chabolas de madera inclinadas y haciendas del tipo "Lo que el viento se llevó" llenas de telarañas y con las columnas mordidas por el tiempo. Los bancos se quedan con las tierras y desahucian a los pocos que no se han ido a trabajar a las fábricas.

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 Jeeter Lester, un antiguo labrador, se niega a vivir en el presente y sigue pensando en recolectar cosechas imposibles cuando la única tierra que posee es la que lleva entre los dedos de los pies. Su familia está formada por una mujer obsesionada en mascar tabaco, una hija que se reboza por el suelo de forma insinuante y un hijo que, a cambio de un coche, se casa con una viuda rica de la que todos huyen, debido a su afición a cantar salmos de repente. En realidad, el chico no quiere el vehículo, solo le vuelve loco tocar el claxon. Algo absurdo, teniendo en cuenta que los alaridos desquiciados que emite al hablar ya son muy similares a una bocina. A veces, con "La ruta del tabaco" uno tiene la sensación de estar observando a los granjeros de las fotos de Walker Evans como protagonistas de una comedia demente.

 John Ford filma el mayor fracaso de público de su carrera con esta película de gags descabellados, una vuelta de tuerca disparatada y cruel de "Las uvas de la ira". Coge a unos paletos de Georgia, los disfraza de irlandeses y crea unos personajes que, pese al hambre y la miseria, solo sienten apego por la tierra. Inventa el neorrealismo cómico. Rueda un relato de tono elegíaco que contiene todos sus temas predilectos: la familia, los puñetazos, la vejez, las raíces y el paso del tiempo. Dirige esta pequeña historia con el espíritu de los grandes narradores de epopeyas que de vez en cuando escriben un cuento ligero y precioso que tiene algo de iglesia en día de calor. Entras, y sientes el fresco de inmediato.


                                                                                                                                         (Publicado en La Voz de Galicia)

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