29 julio, 2012

Suffragette City



 David Bowie.

 Tema del álbum que más me gusta de este señor: "Ziggy Stardust". Pese a todos los éxitos, disfraces, excesos y puestas en escena, siempre me ha encantado esa especie de sobradez distante, congelada y furtiva. O no tan furtiva. La arrogancia no disimulada del tipo que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana.

25 julio, 2012

Una extraña pureza

 Erri de Luca no inventa, sólo recuerda. Y quizá sea la misma cosa. Sólo he leído un libro suyo pero, si uno mira hacia el horizonte, cree adivinar lo que le aguarda en el resto de su obra: las redes de arrastre de toda una vida.

 En su manera de contar una historia hay una especie de poesía a la que la rima le parece algo de mal gusto, algo sobrante. Sería insistir. Imaginad una naranja a la que exprimís para extraer zumo y caen tres gotas. Así escribe Erri de Luca. Concentrado y precioso, es todo núcleo, no hay adorno, no hay decoración. Ese empecinamiento en contar sólo lo esencial pone cemento a la complicidad imparable que estableces con él.

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 Los libros de Erri de Luca traen consigo un accesorio denominado "puente". El lector se sorprende una y otra vez ensimismado en sus propios pensamientos y no sabe cuando cruzó ese puente. No es capaz de recordar el instante exacto en que dejó de leer y comenzó a pensar. Esto provoca que el ritmo de lectura sea a pequeños sorbos, con frecuentes paradas en el camino a beber agua fresca. Llega un momento en el que descubres que el libro va a la velocidad de la vida, que es una de las mejores cosas que le puede suceder a una persona que abre un libro y espera encontrar algo.

 No contaré el argumento. Disfrazado de relato iniciático, el autor nos hace un regalo, nos dice de la forma más hermosa cómo viajar en el tiempo a través de nuestra memoria. Nos explica cómo funciona la máquina de nuestros recuerdos y nos habla de la educación, del tiempo, de la sensación de pérdida. Y habla también de la herida de la vida.

 Hay varios cineastas que empezaron a rodar películas en el cine mudo, fueron testigos del nacimiento del sonido, vivieron el paso del blanco y negro al color y prolongaron su carrera hasta las décadas de los sesenta y los setenta. Eran pioneros. Ellos inventaron la caligrafía del cine. Necesitaban que las imágenes fueran tan esenciales que narrasen la historia por sí mismas con apenas la apoyatura de unos carteles. Esa pureza narrativa ya les acompañó para siempre. Cuando veo alguna de las últimas películas de John Ford, Charles Chaplin o Jean Renoir, a veces, me parece que están inventando el lenguaje cinematográfico delante de mis ojos.

 La misma sensación me asalta al leer a Erri de Luca. La de una extraña pureza.

22 julio, 2012

Long Way Home



 Tom Waits.

 La única persona que canta con la voz de alguien que acaba de despertar de la siesta. Debería ser narrador de cuentos para niños. Quizá lo sea.

 Queda para otra semana la versión que ha hecho Norah Jones de este tema.

 Buen domingo ronco.

15 julio, 2012

Stormy Weather



 Etta James.

 Con la embestida recortadora de esta semana, no ha quedado un alma que recuerde a la selección española y su Eurocopa. Hemos pasado de querer el trofeo a desear el capote de Sergio Ramos para torear la demolición y la usura sin límite que se produce a nuestro alrededor. Unos tipos nos aseguran que siendo más pobres nos convertiremos en ricos. Siguiendo al dedillo los códigos básicos de un libro de autoayuda, apelan al "todos juntos saldremos de esta encrucijada" y al "es momento de estar todos unidos". La semana que viene, Wert recomendará sustituir "El Quijote" por "El Secreto" de Rhonda Byrne en todos los centros de secundaria. Al parecer, aumentando nuestra autoestima, saldremos de esta situación (que todos denominan, enfáticamente, precipicio) y lograremos, mediante el sacrificio, que la prosperidad esté a la vuelta de la esquina. Sólo hace falta tiempo (mucho).

 El que esto escribe, ignoraba que el sacrificio es una inversión de futuro para el que se sacrifica. Qué fácil es pedir sacrificios a otros con el único argumento de que tienes las manos atadas, que no puedes hacer otra cosa, que es lo que hay. Después de ejercer de sepultureros de todos los derechos básicos, todavía esperan comprensión mientras los verdaderos culpables que originaron el cataclismo se escabullen sin remedio delante de nuestros ojos y a la luz del día. Entre comisiones de investigación que nadie quiere y un "que se jodan" cazado al vuelo.

 El siguiente fragmento está extraído de otro blog y pretende ilustrar cómo trabaja el tiempo al convertir el futuro en pasado. Son ocho frases.

    1. España no es Grecia. Elena Salgado en 2010.

    2. Portugal no es Grecia. The economist en 2010.

    3. Irlanda no es Grecia. Ministro de economía irlandés.

    4. Grecia no es Irlanda. Papaconstantinou en 2010.

    5. España no es Irlanda ni Portugal. Elena Salgado.

    6. Ni España ni Portugal son  Irlanda. Secretario general de la OCDE.

    7. España no es Uganda. Mariano Rajoy.

    8. Italia no es España. La agencia Fitch.

 Esta última frase debe de ser trendingtopic en Italia. El tiempo ya está trabajando en ello. El paso del tiempo parece el único medio de comunicación independiente, no hace caso a unos o a otros, hace lo que le viene en gana. El problema es que el reloj no parece jugar a favor de la gente. El futuro apunta en una dirección próxima al neorrealismo italiano de posguerra. Seguro que todos recordáis aquellas películas donde un jubilado apenas lograba subsistir con su pensión (Umberto D) o el drama de un hombre que depende de una bicicleta para dar de comer a su familia (Ladrón de bicicletas).

 El neo-neorrealismo ya no está muy lejos. En algunos casos particulares, ya está aquí. Sólo queda esperar que no llegue un momento donde los abuelos le digan a sus nietos: yo recuerdo cuando no éramos Grecia. Ese abuelo no tendrá un caramelo Werther´s Original en la mano.

08 julio, 2012

Long As I Can See The Light



 Creedence Clearwater Revival.

 Esta canción aparece en los títulos de crédito finales de la película "La sombra del poder", una historia de periodistas que ya no son norma (son excepción, quizá extinción) con barniz americano. El argumento, con aroma a Watergate, es un canto al viejo periodismo cuyo vocalista no pasa de cisne quebrado.

 El tema musical de hoy, ha sido manoseado por decenas de documentales, películas y reportajes. Estos días sólo le supera en manoseo, el Códice Calixtino. Una amiga me ha dicho que los gallegos no nos merecíamos un robo tan cutre y mal resuelto. Lo mínimo es que te roben bien robado.

 El Códice Calixtino, sigue la pauta de los últimos años en los que estamos asistiendo al robo cutre y sistemático de eso que llaman, pomposamente, estado del bienestar. Una pandilla de pelagatos nos van a dejar como un perro bebiendo de un charco. De robos cutres, ministros cutres. Alguien se puede creer lo de la ministra de trabajo, que apela al altísimo para que le ayude en lo del paro, actuando como confidente para "La Razón".

 Sin duda, nuestros ministros compiten en materia gris con nuestro presidente, pero esta señora es de lo más asnal. Ha de tener cuidado Fátima Báñez con sus chivatazos. Le puede ocurrir lo que a Julian Assange. Aunque lo de la ministra de trabajo, más que filtración parece gotera. Una vez más, somos testigos de cómo la ley es algo que hay que manipular para obtener ganancias o beneficios. Ni siquiera en la situación actual, operan con la dignidad más elemental.

 El más malogrado de la semana ha sido Peter Higgs. Se empecina en descubrir el origen del universo cuando todos sabemos que lo que mueve el universo es esa partícula de Dios llamada "mentira".

  Si alguien no me cree, que investigue los alrededores del robo del Códice Calixtino.

04 julio, 2012

Chantaje en Broadway

 Hace unos días, he visto un documental acerca de cómo se perfila el número de septiembre de la revista "Vogue". Realmente, todo pivotaba alrededor de la figura de Anna Wintour, uno de esos personajes con un poder desmedido cuyo epicentro es el miedo atroz que provoca en otros. Tiene estudiadísimo su personaje, sabe que reduciendo su expresividad a cero no da pistas de lo que piensa y provoca el pavor de los que dependen de ella y lo que su revista sentencie. Diseñadores de moda de gran prestigio le enseñan su nueva colección previamente para ver qué le parece y cambiar lo que no sea de su gusto. En las imágenes ves como algunos, literalmente, tiemblan. Creen que están asistiendo a un juicio sumarísimo, cuando lo que hace Anna Wintour es comportarse como una esfinge, proponiendo acertijos, escrutando a su víctima, devorándolo. Simplemente paladea su poder y su adicción a la pleitesía.

 Desde el inicio de los tiempos, han existido personajes así. Sin ir más lejos, todas las Intereconomías están pobladas de regurgitadores de falacias malintencionadas, de insultadores profesionales, de tipos para los que la denominación de ratas equivale a un exceso de generosidad por mi parte o de gente que no les gustan las sobras a no ser que sean de los platos de otro. La película de hoy, tiene como protagonista a uno de estos personajes. Chantaje en Broadway. Alexander Mackendrick. 1957. Una película que se asemeja a una autopsia con un cadáver que almacena toda la podredumbre humana. Una historia tan bien contada que, el hecho de acceder a encenderle el cigarrillo a otro, puede significar el nivel de bajeza en el que te encuentras.

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 Seguro que muchos recordáis el síndrome de la letra en negrita de la columna de Umbral. Muchas personas empezaban el periódico al revés para ver qué nombres había en negrita. Era como ver los números de la lotería, se trataba de ver quiénes eran los agraciados. Instantes después, muchos arrojaban el periódico a la papelera. El protagonista de esta película es el "inventor" de la letra en negrita.

 Burt Lancaster hace uno de los mejores trabajos de su vida interpretando a J.J. Hunsecker, un tipo que pone aros para que los demás salten y pasen a través de ellos. Esa es su manera de entender las relaciones humanas. Escribe todos los días la reseña más influyente del país, titulada "los ojos de la ciudad". Es uno de esos columnistas que se consideran por encima del bien y del mal, de mesa privada y teléfono en un club. Cuando alguien osa plantarles cara, se apresuran a esconderse detrás del patriotismo o de sus lectores. Disfrazado de gran periodista, se dedica a dosificar su influencia y a la compraventa de favores.

 J.J. Hunsecker tiene una mascota que le proporciona material. Se llama Sidney Falco (Tony Curtis) y se anuncia como agente de prensa. Su trabajo consiste en escarbar en la basura de los callejones sórdidos y pasearse por las trastiendas malolientes, para todo lo sucio: él actúa de disco duro. Como los buitres, se alimenta de carroña, por lo que suyos serán los despojos. Miente, roba, lisonjea, engrasa, corrompe, repta. Todo con tal de llegar. Su mayor virtud es su voracidad, la mascota, algún día quiere heredar el puesto. También desea tener la ciudad a sus pies.

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 Si J.J. Hunsecker hace de esfinge, Sidney Falco es lo contrario, no para de moverse. Su territorio es la nocturnidad y el callejeo de club en club. Su paseo por los clubes de Nueva York (21, Morocco) de noche, nos ofrece un retrato meticuloso de la degradación humana, donde los bares tienen ojos, se dan cita los embaucadores y hay escarbadores profesionales de chismes que sólo tienen oídos para los susurradores de orejas. La película hace un recorrido extraordinario por ese mundo donde Weegee sacaba fotos con flash mientras Gay Talese o Abbott Joseph Liebling recorrían las calles.

 Sidney Falco hace de anfitrión y nos va mostrando su rutina nocturna. Asistimos a un mundo de corrupción absoluto. No hay límite a la hora de buscar la ventaja, el poder, la ambición o el éxito. Se paga cualquier precio. La disección de hasta donde puede llegar el ser humano cuando tiene demasiado poder o aspira a tenerlo es desoladora. La escena en la que Tony Curtis prostituye a una cigarrera es el colmo de la devastación humana, de una violencia interna terrible.
No hay pistolas ni detectives en gabardina pero es una historia negrísima. Posiblemente sea la película que ofrece una visión más sórdida e inmoral del mundo del periodismo. Aquí, los periodistas no son unos canallas pícaros como en las películas de Billy Wilder, son turbios, directamente bazofia.

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 Película de diálogos de hoja de afeitar. Todos los personajes piensan lo contrario de lo que dicen, la altura de los diálogos es increíble, hay frases con doble sentido que, a su vez, tienen sobreentendidos dentro. Imposible resistirse a las maquinaciones amorales de J.J. Hunsecker, a sus celos incestuosos, a su forma de entender la integridad como un defecto de carácter o a su primera aparición en la película en la que es idéntico a un jefe de gangsters disfrazado de periodista. Una de sus víctimas le pregunta ¿por qué todo lo que dices suena a amenaza?.

 El personaje de J.J. Hunsecker está basado en Walter Winchell, un periodista con una columna que seguían 60 millones de norteamericanos. Durante mucho tiempo fue, oficiosamente, uno de los hombres más poderosos de América a pesar de que era un simple chismoso al estilo de Louella Parsons o Hedda Hopper, que daban rango de noticia al rumor más conveniente a sus fines. Winchell poseía tal poder e influencia que ponía y quitaba a su antojo. Una simple mención en su columna podía convertir a una chica en estrella de la noche a la mañana. Los políticos sangraban por las manos de tanto dar palmadas en su espalda. Cuentan que intentó detener esta película ya que, según él, se sentía ultrajado por el guión. Burt Lancaster consiguió sacar adelante el proyecto.

 Además de Alexander Mackendrick, cuya dirección es portentosa, dos guionistas estratosféricos, Ernest Lehman y Clifford Odets, son los responsables de la altura que alcanza la película. Ernest Lehman fue agente de prensa de Walter Winchell durante cuatro años. Afirmó que todo lo que sale en la película se ajusta a multitud de situaciones que vivió en persona. Incluso aseguró que había dejado cosas en el tintero.

 Según cuentan, Walter Winchell acabó medio loco, escribiendo columnas inexistentes en bares cuando ya no tenía  trabajo. Seguía creyéndose su personaje. Su sustituto escribió una columna acerca de esto.

01 julio, 2012

Si tu vois ma mère



 Sidney Bechet y su clarinete.

 Hoy no sabía la canción que iba a poner hasta que una amiga me dio esta idea de la que me he apropiado descaradamente.

 Woody Allen se ríe de aquellos que afirman que repite la misma película una y otra vez, repitiendo la intro de "Manhattan". Sólo que, con los años, ha ganado levedad. Allí donde Gershwin era monumental, elige la ligereza del jazz. El blanco y negro, de una sobriedad espectacular, del skyline de Nueva York se transforma en los colores apagados, las calles de adoquín brillante y la lluvia de París.

 "Medianoche en París" debe de ser la idea que tiene Woody Allen de una película de ciencia ficción, de viajes en el tiempo. La nave espacial utilizada para ese menester, es un coche en el que la gente viene de farra. Pese a la nariz torcida de Owen Wilson y a la búsqueda obsesiva de rinocerontes por parte de Dalí, la película, con su aparente simplicidad, contiene todo el cine de Woody Allen: la conversión en comedia de cualquier situación dramática, los cambios de pareja, los personajes que nunca son felices y siempre buscan lo que nunca encuentran. En fin, la vida, que nunca es como uno la piensa.

 Los detractores de Woody Allen no se cansan de repetir que sus mejores películas son ya antiguas. Que su tiempo ha pasado. "Medianoche en París" les manda un recadito. Que no cualquier tiempo pasado fue mejor, que los moradores de cualquier presente siempre aluden a un pasado extraordinario y la ceguera les impide ver lo que hay delante. Que el cuello está diseñado para mirar hacia atrás, pero también hacia delante.

 Este señor, que se ha convertido en un intelectual a base de reírse de los intelectuales y que ya no hace cumbres del cine cada dos años, sigue siendo un gigante entre sus pares. Ya me diréis quién, hoy en día, hace comedias tan deliciosas como "Medianoche en París".

 A Woody Allen ha comenzado a afectarle la ceguera. Por supuesto, la ceguera de otros. Han de ser los mismos que afirmaban que John Ford era un tipo que sólo hacía películas del oeste.