27 mayo, 2012

Body Heat



 John Barry.

 Célebre compositor, conocido por la música que inventó para "Memorias de África" y "Bailando con lobos", partituras que seguirán sonando, una y otra vez, en anuncios de televisión hasta que el mundo se acabe. También compuso el tema de James Bond, algo que te permite pagar la factura de la luz en lo que te quede de vida. Menos conocida, es la música que compuso para "La jauría humana", "Robin y Marian" y, mi preferida, la que he dejado más arriba: "Fuego en el cuerpo".

 Ahora, que vivimos en una época donde hacer una película con un argumento original es más difícil que escuchar una frase verdadera en un discurso político, muchas de las historias que se fabrican son versiones, casi siempre penosas, de películas o argumentos anteriores. "Fuego en el cuerpo" es la prueba de cómo se puede hacer una versión nueva de "Perdición" de Billy Wilder y salir vivo, es más, hacer una película notable.

 Lawrence Kasdan, era un reputado guionista que además de escribir "El imperio contraataca" y "El retorno del Jedi", inventó, junto con Lucas y Spielberg, el personaje de Indiana Jones. Para su primera película como director, decidió afrontar el reto de adaptar "Perdición" a los tiempos actuales. ¿Cómo lo consiguió?. Aportando cosas, dando un nuevo lustre a viejos mimbres. Con un buen guión, con un buen reparto, con la dosis justa de personajes amorales e hipócritas, con una ambientación turbia, una música estupenda, un calor pegajoso, húmedo y, sobre todo con... Kathleen Turner, una mantis religiosa a la búsqueda de incauto.

 Como sabemos, el cine negro se compone de casos que salen en la página de sucesos, nunca en primera página. Siempre ha de haber una mujer fatal que abusa de un pobre diablo y que convierte el sexo insinuado en una ciencia exacta. Kathleen Turner juega en una liga superior, es como un termostato, es capaz de aumentar la temperatura de cualquier sitio donde entre. Tiene la capacidad de empañar el objetivo de la cámara con una mirada.

 Si alguien cree que la Bárbara Stanwyck de "Perdición" es una mujer fatal, debería ver a la Matty Walker de "Fuego en el cuerpo". Maquinadora. Implacable. Astuta. Podría utilizar mujeres fatales para que le fuesen a hacer la compra.

24 mayo, 2012

Martin Beck

 El matrimonio formado por Maj Sjöwall y Per Wahlöö escribieron juntos, entre 1965 y 1975, diez novelas policíacas en las que crearon a Martin Beck, el protagonista de esos diez relatos. Posiblemente sea más fácil definir a este personaje por "lo que no es". Martin Beck no es un héroe ni un antihéroe, es demasiado gris para ser ambas cosas. No es el típico policía rebelde, que actúa al margen de las normas. No es un genio deductivo dotado de un talento deslumbrante para resolver enigmas, ante el cual, el resto de los mortales reculan a la par que exclaman: ¿como diablos lo habrá averiguado?. No tiene glamour. Tampoco posee la gorra de Sherlock Holmes.

 Martin Beck ofrece sentido común (especie en peligro de extinción) y apego a la realidad, sólo es un tipo meticuloso que, quizá demasiado a menudo, se pregunta si lo que hace vale para algo. Sus compañeros de trabajo también pertenecen a la vida real, son tipos mediocres, con problemas mediocres y vidas mediocres. A menudo, sus trabajos policiales consisten en tareas monótonas con el aburrimiento como actor principal. No hay personajes perspicaces, de ocurrencia apoteósica o frase lapidaria al estilo del agente de la Continental creado por Dashiell Hammett.

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 Hay algo delicioso en la forma que tienen de comenzar cada novela que relaciona a estos dos escritores con el cine de Alfred Hitchcock. Siempre hay una escena inaugural que sirve como detonante, aquello que Hitchcock llamaba McGuffin, ese primer empujoncito que sirve como excusa y provoca que la piedra comience a rodar cuesta abajo. Estos inicios de novela suelen ser asépticos, objetivos, a veces son una mera descripción de un acontecimiento sin carga emocional alguna.

 Estas escenas inaugurales tienen una extraña tensión ya que, el lector sabe de antemano que está ante una "novela policíaca" por lo cual sabe que "algo va a ocurrir", lo que provoca que la atención del lector se ponga alerta desde el primer momento. Igual que en una película de don Alfredo, sabes desde el inicio que la cosa se va a liar, por lo cual, el propio espectador genera el suspense en su cabeza.

 Las historias que vienen a continuación después de esas pequeñas "intro", suelen avanzar de forma cronológica, desarrollando el procedimiento policial con un realismo sobrio y narrando sucesos que, hoy parecen normales, pero que, en su momento, eran poco complacientes con el público de las novelas de finales de los 60. Maj Sjöwall y Per Wahlöö, tienen una peculiar forma de narrar sus historias. Proponen una extraña mezcla entre un humor cercano al esperpento y una forma de contar la realidad y sus malos olores de manera concisa, fría, despojada de todo adorno. Cuando se produce un interrogatorio, no hay dramatismos ni frases grandilocuentes, sólo aparece la transcripción exacta en la que, al principio de cada línea hay una P de pregunta y una R de respuesta.

 Martin Beck y su grupo de policías, arañan la superficie sin piedad y analizan de forma implacable (a un servidor le encantaría ese nivel de autocrítica en el momento actual) la sociedad que les ha tocado vivir. Nos explican su tiempo y la falsedad de ese tópico del estado de bienestar de los países nórdicos en los que los problemas sociales parecían no existir.
La andadura de estos personajes durante diez años en la ciudad de Estocolmo, hace que acabes conociendo esa ciudad a pesar de no haber estado nunca allí. Para eso está la literatura y el cine, para engañarnos y hacer que creamos conocer un lugar en el que no hemos posado el pie.

 Martin Beck podría formar parte del grupo de policías que aparecen en la serie The Wire. Una serie tan apegada a la vida real que hasta los matices tienen matices.

  Como siempre, la novela negra no ofrece sólo entretenimiento.

20 mayo, 2012

Hot Stuff



 Donna Summer, claro.

 Cómo le gustaba sacudir el micrófono y su pedestal por los escenarios. Puede que los micros evolucionaran hacia el inalámbrico por su culpa. A lo largo de su carrera, fue acumulando logros como desplazar a Gloria Gaynor como jefa del asunto discotequero o, más difícil, grabar una canción de música disco protagonizando un extraño dueto con Barbra Streisand. ¿Y tú que pintas aquí?, le decía uno de los lápices Alpino a un rotulador Carioca.

 Además de obtener esa consagración oficiosa que buscan muchos artistas: convertirse en ídolo de la comunidad gay, también consiguió lo que, de verdad, te da carta de ciudadanía en la nostalgia colectiva, que tus canciones formen parte de alguna película emblemática de los ochenta, en su caso "Flashdance".  

 Buscando vídeos de esta canción, aparece de forma recurrente el que ha salido estos días en todos los medios de comunicación: Donna Summer en una especie de remedo del Studio 54 con unos policías detrás vestidos de George Michael. Sin duda, esta algarabía discotequera no tenía secretos para ella. El que desee verlo, haga el favor de pinchar aquí.

 He elegido otro vídeo en el que Donna Summer se plantea otro de sus retos: introducir algunas moléculas de oxígeno en el ambiente, más próximo al gregoriano, de los premios Nobel.
Qué mejor cosa se puede decir de una cantante que es capaz de poner a bailar a un montón de saurios antidiluvianos que acuden a la gala del Nobel. La heroicidad aún es mayor si tenemos en cuenta que pueden ser lectores de Thomas Pynchon o Don DeLillo.

 El hecho de pasártelo bien y disfrutar, nunca ha tenido demasiado predicamento en el mundo del arte serio. Por eso se llama así, serio. Pues eso, precisamente, es lo que ha conseguido esta cantante con algunos de sus éxitos: hacer que la gente se divierta. Puede parecer una perogrullada, pero hacer disfrutar a otros con una canción, es lo más difícil.

 Una Donna Summer con una energía que, por momentos, parece Tina Turner, un solo de guitarra que no pinta nada, una cabeza caliente volando por encima del público, el príncipe Haakon y Mette-Marit aplaudiendo...

 Fíjense en el director de orquesta. Cómo se lo pasa, el tío.

17 mayo, 2012

Horst Faas

 La pasada semana murió Horst Faas. Integrante de esa primera generación de fotógrafos que convirtió el reporterismo de guerra en legendario, sobre todo, gracias a Vietnam, el conflicto fotográfico por excelencia. Compañero de gente que hacía fotos como puñetazos en el hígado. Tipos como Don McCullin, Larry Burrows o Philip Jones Griffiths, que firma el libro más prestigioso acerca de esa guerra: Vietnam Inc.

 Horst Faas fue partidario de enseñar la realidad y el sufrimiento tal cual, sin parapetos que protejan el ojo del espectador. Sin anestesia. Editor jefe de la agencia Associated Press durante aquellos años, fue capaz, pese a enormes trabas, de que vieran la luz las dos imágenes más famosas de esa guerra. Una es la foto de Eddie Adams en la que se ve a un general pegándole un tiro en la sien a un prisionero del Vietcong. La otra, es la foto de Nick Ut: una niña corre desnuda por una carretera, abrasada por el napalm y las armas químicas que lanzaban los aviones norteamericanos. La difusión extraordinaria de esta imagen cambió la opinión pública y precipitó el fin de la guerra de Vietnam. Era una época donde una imagen podía cambiar las cosas.

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 Muchas fotografías de guerra, a veces por captar un instante de épica, otras por mostrar el horror a través de la belleza, otras porque favorecen la visión occidental del conflicto, a menudo se convierten en imágenes que rozan la propaganda. La fotografía que he dejado más arriba, espectacular, tiene algo de todo esto. En principio, podría usarse como anzuelo publicitario del ejército para fomentar el alistamiento.

 Arañando un poco más la superficie, de contrabando, la foto ofrece algo más oscuro. Ese momento detenido muestra, de forma casi física, ruido, viento, nervios y un cielo al que los helicópteros no dejan sitio. Debajo de todo eso, escondida, está la sensación de que se ha inmortalizado el momento exacto en el que se produce una invasión. Cuando una maquinaria bélica aplastante, avanza con la intención de arrasar a un enemigo teóricamente débil o inferior. Una ventaja que puede convertirse en algo obsceno, en un abuso, en algo similar a una violación.

 Horst Faas, fue un fotógrafo de miradas. En sus imágenes siempre hay niños que miran, soldados que miran y cuando no los hay, la mirada... es la nuestra.

 Un complemento para la fotografía que he puesto en esta entrada es el libro Despachos de guerra (Dispatches) de Michael Herr, un libro espeluznante.

13 mayo, 2012

Man Research



 La canción de este domingo es de Gorillaz. Me encanta.

 El vídeo comienza con la imagen de una casa con un niño saliendo del encuadre que podría ser una ilustración de Norman Rockwell. Al entrar en la casa vemos una imagen desenfocada que podría ser un cuadro de Mark Rothko pero en horizontal. Cuando se abandona la abstracción y la imagen se vuelve nítida, aparecen unos tipos que se dedican a hacer de Jackson Pollock. En versión alegre y gamberra, eso sí.

 En cuanto a chorreo, rebozado y variación en la salpicadura, Pollock se ve ampliamente superado por estos chavales.

 Feliz 15M a todos.

06 mayo, 2012

Pink Panther Theme



 Henry Mancini.

 Posiblemente uno de los compositores de bandas sonoras más famosos que haya habido y, acompañado además, por ese elemento zalamero llamado éxito. Dicen que el termómetro del éxito es la cantidad de murmullos que provoca el afortunado cuando entra en una sala. Henry Mancini debió de poseer el monopolio de los murmullos entre los compositores para el cine o la televisión. La suerte le sonrió durante casi cuatro décadas.

 Podría haber jugado a los bolos con sus premios. Nominado al Oscar en 17 ocasiones, lo obtuvo cuatro veces. También ganó 20 Grammy y algún que otro globo de oro pero esto no es lo importante, lo mejor (para mí, claro) es que era un creador de "momentos insuperables" en lo que a música se refiere.

 Uno de los planos más famosos de la historia del cine es el comienzo de "Sed de mal", donde Orson Welles monta una puesta en escena de varios minutos coreografiada con una cámara montada en una grúa en la que los expertos y los divanes de los psicoanalistas todavía no se han puesto de acuerdo en cómo demonios se hizo aquello en 1958. La música corría a cargo de Henry Mancini, era su primer trabajo en solitario. Aquí ya apuntaba la inspiración jazzística de los temas que desarrollaría en muchas otras películas.

 Poco después, comenzó su colaboración con el director Blake Edwards, una relación profesional que duraría 30 años y en la que fabricaron películas como "Desayuno con diamantes" (si me apretasen las tuercas, diría que lo mejor de esa película es la música), "Días de vino y rosas" o "Víctor o Victoria".

 Henry Mancini compuso una canción llamada "Moon River" para que Audrey Hepburn se sentase en el borde de una ventana y la cantase en uno de los momentos más inolvidables de "Desayuno con diamantes". Aquellos que hayan visto "Hatari" de Howard Hawks, no creo que olviden ese momento del pequeño elefantito que se marcha con la trompa agarrada a la cola de su madre al ritmo de "Baby elephant walk". Y muchos otros "momentos" que ahora no recuerdo porque tengo un día con la memoria de un ordenador portátil, que nunca alcanza para lo que necesitas.

 He dejado arriba una de sus melodías más estupendas: la canción de la pantera rosa, ese animal mitológico, como el ave fénix o el unicornio, pero con más ritmo y unos pies que compiten en tamaño con su cabeza.

 Más abajo, dejo desparramados los enlaces de las alusiones:

 Plano secuencia de "Sed de mal" ---> Enlace
 Cosas de elefantes de "Hatari"  ---> Enlace
 Audrey Hepburn cantando en "Desayuno con diamantes"  ---> Enlace