29 abril, 2012

Hotel California



 The Gipsy Kings.

 Cómo los hermanos Coen han llegado a escuchar a los Gipsy Kings es un misterio para mí. Sólo me dejarían más estupefacto si hiciesen una película sobre la muerte de Paquirri. Sin embargo, la canción resulta perfecta en esa escena inolvidable donde, sin una sola frase, únicamente con una cámara y un traje de lycra lila, crean un personaje mítico como Jesús Quintana.

 El fragmento de vídeo que hay más arriba pertenece a la película "El gran Lebowski", sin duda, una de las mejores historias rodadas por los Coen. Una historia cuyo intríngulis es... no tenerlo. Casi ni existe un argumento, nos limitamos a seguir el curso de los acontecimientos que le caen encima a un fulano llamado Jeff Lebowski, al que todos llaman "El Nota".

 Le acompañan en su aventura dos escuderos: Walter, un chalado de Vietnam de mirada alucinada, con gafas de cristales naranja, y Donny, un pusilánime al que nunca dejan meter baza, un tipo que en una guerra sólo podría ser prisionero. "El Nota", por su parte, es un vago, sabe que aquellos que inventaron eso de que el trabajo ennoblece son aquellos que no hacen nada y para los que otros trabajan. Es una especie de gamberro sin querer, con su bata y sus bermudas. Ni está a la moda ni fuera de ella, tiene su propio universo estilístico. Es un tipo peculiar, si la vida le da limones, el tío hace limonada.

 "El Nota" nunca ganaría el quesito amarillo del trivial, no es un coloso intelectual pero a la larga, roba toda nuestra complicidad y, en un mundo lleno de sabios que no saben, se nos aparece como alguien lúcido. "El Nota" sabe que nada ocurre como está previsto, es lo único que nos enseña el futuro al convertirse en pasado. Con su don para la vagancia creativa, se adapta a todos los problemas que surgen, y lo hace con argumentos eficaces: pasando de todo.

 Dicen que el humor es poco profundo, que goza de poco prestigio. Que se lo digan a los millones de seguidores de esta película maravillosa, que han convertido esta historia en una película de culto en el cine comercial y en una película comercial en los suburbios del cine de culto.

 Cuentan que un día, mientras paseaba por Montevideo, Mario Benedetti encontró una pintada en una pared que se ha convertido en una frase de enorme éxito popular: "Cuando teníamos las respuestas, de pronto, nos cambiaron todas las preguntas". Jeff Lebowski es un personaje moderno, le da igual que le cambien las preguntas ya que no tiene respuestas para nada. Podría dedicarse a la política, pero prefiere jugar a los bolos.

25 abril, 2012

Dies Irae & Friedrich

 En este deporte divertido (para unos pocos, claro) de rastrear pintores a través de películas, hoy teclearé un tercer y último post sobre "Dies Irae". Esta historia, sombría y luminosa a la vez, es un tratado sobre la intolerancia, el miedo y el fanatismo. Sin embargo, hay un pequeño atisbo de felicidad, una especie de interludio romántico cuando dos de los protagonistas, que viven un amor apasionado y prohibido, salen a “airearse", abandonan por unos instantes esa historia enclaustrada y claustrofóbica de gente ahogada por el temor y pasean por el campo y los trigales dejando que la luz se apodere momentáneamente de la película.

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 La naturaleza, en las películas actuales, casi siempre tiene el mismo tratamiento: puede ser un símbolo de libertad, ya sabéis, nido de anarquistas como "Robin Hood" o "Braveheart", o puede ser un territorio hostil, como en esas películas de "que mala es la jungla para el hombre" y tal. Hay una tercera vertiente, muy de moda en la actualidad, que es la fábula ecologista. "Avatar" es un ejemplo de esto último, aunque no deja de ser paradójico que esa naturaleza tenga que ser creada por ordenador, pero así son las cosas ahora. Lejos quedan aquellos tiempos donde, en "Bailando con lobos", salía un lobo.

 Los pintores del romanticismo alemán del XIX, quizá el más conocido sea Caspar David Friedrich, hacían un tratamiento del paisaje estético, con esa sensación tan dominante de los artistas románticos de aproximarse mediante la naturaleza a la sensación de lo infinito, pero, de alguna forma, también proponían una especie de paisaje reflexivo.

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 En muchas de las obras de Friedrich, hay una figura (o una pareja) de espaldas, en primer término, que se utiliza como puente para dirigir la vista del observador hacia el fondo del cuadro, que puede ser algo íntimo (niebla, el mar) pero también majestuoso (una cordillera, montañas). Este rasgo (entre otros) es uno de los elementos más utilizados en el cine a la hora de añadir profundidad a un encuadre y dirigir la vista del espectador hacia la lejanía.

 "Dies Irae" hace un uso del paisaje con intención. Como sinónimo de vida, de plenitud, de alegría, de serenidad. La película sigue las huellas de esos pintores románticos que pretendían, no sólo pintar un paisaje, sino ilustrar un estado de ánimo.

22 abril, 2012

Eleanor Rigby



 The Beatles.

 Esta semana, ha quedado marcada por el chuleo del gobierno argentino a la empresa Repsol YPF. Después de producirse la expropiación, y lejos de gestionar de forma eficiente una situación que pintaba mal, se optó por una forma revolucionaria de paliativo que mi abuela denomina de forma jactanciosa "poner el grito en el cielo". Muy vistoso, en aquello de salvar la honra, pero de escaso resultado.

 La rueda de prensa, con el ministro Margallo y el ministro Soria poniendo cara de mucho aplomo, puso de relieve que España pondría todos los medios a su alcance para presionar al gobierno argentino. No dijeron cuáles. La vicepresidenta del gobierno dijo que "las medidas no se anuncian, las medidas se adoptan" pero no dijo qué medidas. Los medios de comunicación, para mi bochorno particular, comenzaron a felicitarse por lo bien que defendía el gobierno los intereses de España.

 Mientras tanto, yo dibujaba mi mejor cara de escéptico con un boli bic, como cuando asistías a una clase aburrida en el instituto. No hacía falta ser un Henry Kissinger de la política exterior para darse cuenta de que si España hubiese podido hacer una presión efectiva sobre Argentina, la expropiación ya no se hubiese llevado a término. Luego, toda esa puesta en escena tenía el olor de la amenaza inoperante, de la bravata que llega tarde.

 Todos los medios de comunicación se las arreglaron para pensar lo mismo o parecido, hizo acto de presencia un cierto fervorcillo patriótico y ¡cierra España!, como en los tercios de Flandes. La opinión mayoritaria fue tomárselo como la Afrenta de Corpes pero sin el Mío Cid. Durante los primeros días, nadie se cuestionó nada, todo era legalismo internacional, estafa y populismo de Cristina Kirchner, la usurpadora. Al parecer, el asunto era una cosa plana, no había aristas ni formas de abordar la cuestión desde otra perspectiva.

 Un servidor, que anda escaso de patriotismo, se sorprendía ante la pena de los ciudadanos, a los que están arrancando la ropa a jirones desde hace dos o tres años, por una multinacional que cotiza en el Ibex 35 y en Wall Street. Debe de ser porque me resisto a llorar por una petrolera. Reservo mis lágrimas para cuando entro en una estación de servicio a repostar o cuando pactan la subida del carburante entre ellas por debajo de la mesa. Demagogo que es uno.

 Los primeros días de esta pequeña avalancha patriótica me sentía sólo, como Eleanor Rigby. Luego, el amplificador bajó el volumen y, con el paso del tiempo, la cosa cambió un poco. Ver enlace. El asunto empezó a abordarse desde otros puntos de vista y la cosa se enriqueció un poco, Repsol ya no era Greenpeace en la tierra prometida. Poco a poco, se iba sabiendo que más de la mitad de la empresa no estaba en manos españolas y que, de todos los beneficios a nivel mundial, sólo el 25% tributaba en España. Claro, eso enfría los ánimos patrióticos a cualquiera. Las multinacionales que asientan sus posaderas en países como Rusia, China o Argentina lo hacen porque no sólo son países con recursos y salarios bajos, también, y ante todo, son países de "derechos bajos", lo cual es una enorme ventaja para los "contabilizadores" de beneficios. El problema surge cuando tú también quedas atrapado en la ratonera, como es el caso de Repsol.

 La realidad, todavía nos tenía reservado un giro de guión semántico. Tenemos un gobierno adicto al circunloquio y a la perífrasis ocasional, todos los "recortes" que han hecho se han denominado "reformas", a lo sumo, "ajustes". La subida del IRPF ha sido denominada "recargo temporal de solidaridad" y el copago en Cataluña "ticket moderador sanitario". Pero mira tú por donde que, por culpa de este lío argentino, de repente, el gobierno tiene ansia gramatical. De repente, el eufemismo está mal, sobre todo cuando lo utilizan otros. No quieren oír hablar de nacionalizaciones, quieren que se llame a las cosas por su nombre. Que la cosa no es expropiación, que es robo en toda regla.

 Realmente, nadie pone en duda que la expropiación de Repsol es un robo en toda regla, pero sorprende la preocupación por el lenguaje y por el populismo cutre del gobierno argentino cuando aquí el populismo campa a sus anchas y sólo es disimulado, como mucho, hacia el exterior. La rueda de prensa de "Argentina pagará las consecuencias de sus actos" parecía un remake de cuando reconquistamos perejil, ya sabéis...al amanecer... con el viento de poniente... solo que Trillo, en su seriedad, aportaba un toque impreciso de parodia mientras que los dos ministros del otro día, aparentando estrujarse las meninges, parecían los protagonistas de una rueda de prensa de Javier Clemente.

 Menos mal que siempre aparece a tiempo un Barcelona-Real Madrid y ya está.

17 abril, 2012

Seres devaluados



 El vídeo que he dejado encima pertenece a la película "Blade Runner", esta es su historia: El dueño de la Tyrell Corporation (una especie de Steve Jobs), es tratado como un Mesías, un “Creador”, un nuevo Dios capaz de fabricar al hombre. Sus creaciones, a las que denomina replicantes, son indistinguibles (presume de ello) con una sola diferencia: crea réplicas con fecha de caducidad.
¿Quién es realmente más humano el original o la réplica?, ese es el tema de la película. Los test para distinguirlos buscan indicios en las emociones pero ¿acaso no tienen más emociones las copias que los originales? ¿los interrogadores del test son más humanos? La película nos dice que en esa comparación, el humano fracasa.

 Al final de la historia, Roy Batty nos demuestra que su grado de humanidad es bastante más elevado que el del resto de los tipos nacidos de otra manera pero no mejor. Puede que el momento en el que Roy Batty inclina la cabeza y muere sea uno de los momentos más hermosos de la historia del cine. Él quiere tiempo, pero se apaga sin que nadie le ofrezca una prórroga.

 Todo este preámbulo, viene a colación por las declaraciones que hizo el Fondo Monetario Internacional la pasada semana. Según el FMI, es necesario que se recorten las pensiones y se retrase más la edad de jubilación ante "el riesgo de que la gente viva más de lo esperado". El riesgo de que la gente viva más de lo previsto es, lo adivináis… insostenible, palabra de moda. No les cuadran bien las cuentas si nuestros ancianos no se mueren a la hora debida.

 Hace ya mucho que vivimos en un capitalismo desenfrenado que devalúa a los seres humanos. En todo el planeta, la gente vale cada vez menos. Si todo lo que nos rodea se mide con criterios economicistas, está prohibido preocuparse por las personas, si, aún peor, supone una amenaza para sostenibilidad de las finanzas públicas ya no digamos. Cualquier ingenuo pensaría que la adecuada gestión de las cuentas de un estado tiene como fin que sus ciudadanos vivan con un aceptable estado de bienestar, pues bien amigos, la cosa es al revés, es necesario que la gente viva peor porque lo verdaderamente esencial es que las cuentas cuadren.

 El FMI, con esta afirmación que no tiene nada de gratuita, ya nos abre una ventanita para que veamos el mundo que nos espera. Veamos un ejemplo que ilustre la forma de aumentar las tragaderas del personal. Pongamos el copago, otra perdiz mareada.
Primero se menciona la bicha pero nadie lo reconoce, de momento está prohibido decirlo abiertamente, antes hay que desgastar el asunto para que no sea tan evidente que se quiere hacer pagar a la gente dos veces por lo mismo. Nadie habla claramente de ello pero está en el ambiente, todos los políticos rehúyen el tema pero no en privado, la prensa marea la perdiz, todo se amplifica (no hay nada más fácil que no hablar de ello para que siempre te pregunten por lo mismo) y, al final, la insistencia, la repetición y el aburrimiento (esta es la clave, la gente cansada de oír una y otra vez lo mismo entra en una apatía donde ya le da igual el destino de la perdiz) transforma lo prohibido en cotidiano y se convierte en políticamente asumible y discutible. A continuación, con el melón ya abierto, empieza la demolición.

 Al final, parece que la propia inercia de los acontecimientos nos ha traído hasta aquí pero todo obedece a una estrategia previamente planificada. Cuando el FMI habla de "el riesgo de que la gente viva más de lo esperado" no hace otra cosa que poner en marcha otra inercia, mencionar la bicha. Empieza a allanar el terreno de otro tema presuntamente tabú: retrasar más la edad de jubilación y reducir el dinero de las pensiones debido a que no nos morimos lo suficientemente deprisa.
Estos burócratas del FMI, obscenos e impresentables que, en la película de Ridley Scott trabajarían sin duda en la Tyrell Corporation, abogarían por llevar la obsolescencia programada a los humanos ya que no hay forma de que mueran a tiempo. Para ellos, sería ideal que fuésemos como los Nexus 6 de "Blade Runner" que, llegado el momento propicio, caducásemos y nos apagásemos.

15 abril, 2012

Cantaloupe Island



 Herbie Hancock.

 El que subió a Youtube este vídeo, se equivoco y puso en la foto a Miles Davis no a Herbie Hancock. Bendita equivocación, ya le gustaría a nuestro gobierno que sus errores fuesen como este.

 Como hoy no tengo nada irrelevante que decir, me limito a dejar este tema de jazz no apto para matar elefantes o para gente preocupada por la prima de riesgo, esa cosa de tanta enjundia.

 Buen domingo apaciguado.

08 abril, 2012

Paint it black



 The Rolling Stones.

 En estos tiempos de mercados volátiles y tweets estornudados, es asombroso comprobar la tranquilidad que aporta la semana santa. Unos breves momentos que suponen un bálsamo para el alma en forma de ritos basados en la exaltación del dolor, la repetición y que, al parecer, producen una sensación de arraigo, de cosa que no cambia nunca. Este fenómeno también es conocido como "tradición".

 Uno sabe que el mundo no se le escapa de las manos y que siempre hay algo seguro con lo que contar mientras sigan emitiendo "Quo Vadis", las procesiones pasen por debajo del balcón de Antonio Banderas en Málaga y haga acto de presencia ese mítico pánico de las cofradías ante una lluvia de última hora.

 Son días de vigilia y martirio donde siempre sufren los mismos: los telespectadores y ese señor de la cruz con múltiples dolores de Cospedal. Apelo a esta época de indulgencia y de acogerse a sagrado con la intención de que me perdonen este último chiste malo, me ha sido imposible sustraerme a unas imágenes de tal carga metafórica.

 Aquellos que lo deseen, disfruten del redoble de tambor, la mantilla Buñueliana, los políticos costaleros y el crespón negro. Tan negro como el suelo de las Fragas del Eume.

 Paint it black. Es lo que se lleva.

01 abril, 2012

I wanna be loved by you



 Esta semana, el fenómeno huelgoso ha tapado el aniversario de la muerte de un director de cine que, pese a su cámara invisible y su escaso afán por el lucimiento técnico, fue uno de los cineastas más sofisticados que han existido. Hace diez años que murió Billy Wilder, ese tipo que, con un cinismo melancólico teñido de ternura, hacía películas sobre los seres humanos.

 En el vídeo que he dejado más arriba aparece Marilyn Monroe interpretando una canción inolvidable en "Con faldas y a lo loco", esa historia veloz, desenfrenada, que retrata como pocas el mundo de las falsas apariencias y en la que, al final, Jack Lemmon casi desea ser mujer.

 Un año después de esa comedia, dirigió una de las más hermosas radiografías de la condición humana: "El apartamento". Una película que habla de las personas y de su soledad en las grandes ciudades. Wilder miraba a su alrededor y no le gustaba lo que veía, en esta película hace una disección de la sociedad de su tiempo en la que se propone el trabajo como continuación del prostíbulo. Como en casi todas sus películas, sus protagonistas se venden o se dejan vender, se arrastran o se dejan arrastrar, mientras por el camino siempre aprenden, cambian o ganan algo, a veces su dignidad.

 Los protagonistas de "El apartamento" son dos náufragos en la deriva de una ciudad, dos desamparados que no quieren serlo. Billy Wilder los utiliza para mostrarnos los dos lados del espejo del sueño americano. Pocas veces habrá habido en una pantalla de cine un momento tan heroico como la escena donde C. C. Baxter le devuelve a su jefe la llave del servicio de los ejecutivos y se marcha. Se lleva con él su amargura y los trozos de dignidad que le quedan.

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 En los oscars de ese año, "El apartamento" se llevó cinco muñecos, de los cuales tres fueron para el propio Wilder. Al ir a recoger su tercer oscar, parece ser que alguien le dijo: "Billy... va siendo hora de parar". Billy no paró. En los años siguientes siguió haciendo películas extraordinarias, ya sin la compañía del público.
Con el fin de la época de los grandes estudios, el cine cambió. Llegaron cineastas independientes que hacían historias que, a menudo, pretendían ganarse al público con un tratamiento más explícito de la violencia o del sexo. Era época de cine de arte y ensayo y de "Nouvelle Vague". Las películas de Billy Wilder comenzaron a ser vistas como una prenda de ropa vieja y pasada de moda, la mayoría fracasaban y algunas incluso eran denostadas.

 La mayoría de esas películas de arte y ensayo, que tanto triunfaban y tan coyunturales eran, no resisten la mirada de un ojo actual, mientras que el tiempo, juez implacable, ha convertido a ese director romántico, siempre escondido detrás de un caparazón de ironía, en un genio. Muchas de sus historias emergen ahora con una frescura y una modernidad pasmosa. El que quiera comprobarlo, puede revisar "Uno, dos, tres", comedia en la que Wilder dispara a matar a todo lo que se mueve y no deja munición en el arma. Puede observar a Walter Matthau escupiendo vitriolo en "Primera Plana" o "En bandeja de plata", ver el tratamiento del adulterio en "Bésame Tonto" o el paseo por Ischia de "Avanti" donde el protagonista cree que todo va con retraso pero acaba por descubrir que es él quien va acelerado. Y si alguien las ve por primera vez... tiene toda mi envidia.

 Billy Wilder, que en los años 60 era considerado un simple director americano comercial, utilizaba la inteligencia como una caricia para el alma del espectador. Capaz de desnudar el mundo en una sola línea de guión, no hubo observador más agudo. Consigue crear una complicidad tan grande que uno llega a creerse que la inteligencia, la frase certera y el diálogo brillante es un don contagioso (al menos lo desea) pero no.

 Nadie hacía como él finales felices tristes.
  
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 Si me aseguran que el que vuelve es Billy Wilder, estaría dispuesto a creer en la reencarnación.