23 diciembre, 2012

Ella y yo



 Silvia Pérez Cruz pone la voz, Javier Colina toca el contrabajo.

 Una saeta que interpreta en la película “Blancanieves” ha hecho que el foco apunte hacia ella y, de paso, que muchos abran los ojos. Las audiencias se relamen ante los actos de canibalismo de un David Bisbal que ha pasado de concursante a juez que rige el destino momentáneo de un cantante aspirante en ese programa estrella de la temporada denominado “La Voz”. En unos tiempos donde la venta de mercancía televisiva se disfraza de concurso de talento, Silvia Pérez Cruz es la demostración de que existe otra forma de hacer, que uno puede simplemente trabajar y alejarse de lo anterior.

 Siempre con vestido largo y melena generosa, cuentan que nada más llegar a un sitio nuevo a cantar se pone a buscar un futbolín, para ella, el método más divertido de desahogo. Solo los practicantes de este deporte lo entenderán.

 Los flamencos le dicen que “canta por derecho”, lo que suena a piropo infinito. Parece que se divierte cantando. El mejor momento del vídeo viene al final, cuando una mano se posa sobre un hombro.

20 diciembre, 2012

El hombre tranquilo

 Si uno tuviese que definir sus puntos cardinales cinematográficos, estos serían los míos: Al norte estaría Hitchcock, la técnica. Limitaría por el este con Billy Wilder, la inteligencia, la agudeza, el ojo. En el sur colocaría a Howard Hawks, el oficio, la aventura. El oeste tiene un inquilino permanente, John Ford, el corazón, el sentimiento, el tipo de los espacios abiertos que retrata gente que mira al horizonte. Hoy viene de visita. Un tren llega a una estación y comienza El hombre tranquilo. John Ford. 1952.

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 Hay una vieja anécdota acerca de una señora irlandesa que había emigrado a los EE.UU. y una y otra vez, en su barrio, iba a ver "El hombre tranquilo". Le preguntaron el porqué de la insistencia, si no se cansaba de ver lo mismo un montón de veces, y la señora, extrañada, respondió: <<Pero hombre, ¿como se va a cansar una de ver gente conocida?>>. Además de un elogio, esta frase es un resumen preciso del filme: un canto sobre la buena gente y la prueba irrefutable de que si alguien quiere convertir en universal un relato debe contar cosas de su pueblo.

 La película narra la historia de amor entre Sean Thornton, de regreso al hogar en el que nació, y Mary Kate Danaher, pelirroja belicosa residente en Innisfree, una pequeña región de costumbres pintorescas y extraños rituales de cortejo. A ser novios aprenden gracias al oficio de Micheleen Flynn, un casamentero beodo al que uno podría confiarle su vida, pero jamás su cartera. Este casamentero está interpretado por Barry Fitzgerald, siempre con la boca seca y listo para robarle la película al resto del reparto. Su actuación es simplemente apabullante. Cuentan que durante el rodaje por fin llegó el tendido eléctrico al pueblo de Cork, sitio de hospedaje de una gran parte del equipo técnico. Enseguida se montó una fiesta en la plaza. Cuando supieron que había que pagar el suministro de la corriente, los habitantes dijeron: “Llévensela. No nos hace falta”. Ese es el espíritu que habita esta película y su vehículo es la garganta de Barry Fitzgerald.

 John Ford dirige esta fábula dotada de un mecanismo que genera alegría de forma imparable. Una de esas películas que, para nuestra desgracia, en escasas ocasiones produce el cine. Con una cámara que escarba como una raíz, Ford captura la tradición oral, el poso y el misterio de un país antiguo: Irlanda. Inventa un pueblo parado en el tiempo, en el que los trenes nunca son puntuales y el objeto más preciado puede ser una caña de pescar. Un territorio con truchas legendarias, párrocos que ayudan a la competencia, caballos que se detienen solos en la entrada de la taberna y en el que las trifulcas a puñetazos son siempre más importantes que el hecho de ganarlas. Un lugar en el que uno querría vivir, apartado de las urgencias del mundo y con su propio sentido íntimo de la vida. Aquí se producen besos con viento huracanado y siempre llueve cuando la situación lo requiere. Un pesimista diría que Innisfree es demasiado optimista. Un optimista cogería el primer vuelo a Irlanda. Un realista nunca podría encontrar este lugar.

 Hay películas que se disfrutan más a una cierta edad, en un momento determinado del año, o dependiendo del estado de ánimo que a uno le alumbre. "El hombre tranquilo" no es de esas películas. El mejor momento para verla es siempre.

16 diciembre, 2012

Killing me softly



 Roberta Flack.

 A pesar de ser un fenómeno en exportación, Estados Unidos tiene el patrimonio de las masacres espeluznantes y cotidianas. Hace menos de seis meses un fulano mató a doce personas en el estreno de Batman. Un tipo entró armado hasta los dientes en una sala de cine y a nadie le resultó raro, las víctimas creyeron que formaba parte del show. Todo un detalle.

 Siempre que ocurre una de estas matanzas sociales, se pone en marcha un mecanismo viejo de negación del horror. Nadie quiere mirar a los ojos de la bestia. Es preferible pontificar acerca de las armas o decir que Breivik no estaba loco, que tenía unas razones muy arias y tal.

 Mejor obviar que existe una trastienda de tipos ansiosos por aniquilar y que viven en una sociedad en la que no encuentran el botón de “me gusta” por ninguna parte. Acabarán con una etiqueta que quede chula en las ruedas de prensa, tipo “terrorismo social” y situados en el eje del mal.

 Nadie se ocupa del odio, a menudo difícil de detectar. El asunto es pasar página hasta la siguiente pantalla del videojuego. Montar un debate acerca de la cantidad de armas que tienen los americanos (que son muchas) y repetir lo mismo en un corta-pega eterno.

 Seguro que todos recordáis a Travis Bickle el protagonista de “Taxi Driver”. Lo que veía a su alrededor le asqueaba. Miraba el mundo a través de un retrovisor y conducía un taxi que atravesaba las alcantarillas humeantes como si viniese del infierno. Y venía. Travis no mataba por el hecho de tener una pistola muy grande. Tampoco por existir alguien dispuesto a vendérsela.

09 diciembre, 2012

Take five



 Dave Brubeck y su cuarteto.

 Por razones obituarias, esta semana viene de visita. Y me callo, que la armonía de este señor suena mucho mejor que mi forma de juntar las letras.

06 diciembre, 2012

O Brother

 La comedia de hoy fue una de las primeras películas en usar el etalonaje digital en todo su metraje. La invasión de películas con cara de plástico que vino después nos ha demostrado que en pocas ocasiones lo digital procura alegrías así. Los amarillos, ocres y marrones extraídos de una computadora son idóneos para esta historia de Mississippi, folklore, grupos de blues improvisados y John Goodman. O Brother. Joel & Ethan Coen. 2000.

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 Tres prisioneros se escapan de un campo de trabajos forzados en el viejo sur americano durante la Gran Depresión. George Clooney, único heredero de la sonrisa de embaucador de Cary Grant, interpreta al líder de este grupo de palurdos. Posee el don de la labia. Siempre tiene una argucia en la punta de la lengua que le permite escapar de las pruebas a las que lo somete el destino. Su regreso a casa es una enumeración de aventuras absurdas claramente inspiradas en los sucesos narrados en “La Odisea”.

 Joel y Ethan Coen dirigen esta comedia atravesada a partes iguales por una ironía exquisita y una música maravillosa. En su relectura de Homero hay oráculos en vagoneta, bautismos de río, guitarristas que han vendido su alma al diablo, ladrones de bancos que odian a las vacas, sirenas que lavan la ropa en el río y cíclopes estafadores. Los Coen nos ofrecen otra de sus historias excéntricas, presentando a personajes tontos cuyos planes se desbaratan una y otra vez. Nada en su cine ocurre como estaba previsto. Fabrican una película que es una acumulación ordenada de gags, con un guión que ejerce de hilo de unión de todas las perlas del collar con una maestría y un ritmo aplastantes.

 Parece que con su pinta de sabios distraídos los Coen existen para poner en entredicho esa teoría del autor único y grandioso que tanto daño le ha hecho al cine. Uno comienza una frase y el otro la termina, se complementan. Su equipo habitual afirma que trabajan en armonía absoluta.

 Críticos despiadados de esa cosa indulgente llamada American way of life, a menudo retratan su país como una pandilla de bobos atontados por la televisión. Durante muchos años fueron los abanderados del cine posmoderno. Hartos de esa etiqueta, han emprendido un viaje hacia el clasicismo narrativo que todavía continúa. Sólo hay que ver sus últimas películas, de una sobriedad sorprendente. Estos dos tipos salidos de los márgenes de la industria están dejando atrás la desmesura sin dejar por ello de ser iconoclastas. Mejor aún, parece que se divierten rodando historias. Da la sensación de que poseen la extraordinaria virtud de no tomarse en serio.

03 diciembre, 2012

Two for the road



 Henry Mancini.

 La canción del domingo ha pegado un brinco y ha caído en lunes. Pertenece a la banda sonora de "Dos en la carretera" una historia de jersey rojo y viajes en el tiempo. Con algunos vestuarios sofisticados y otros que solo la belleza indestructible de Audrey Hepburn podría soportar, la película enciende la máquina de rayos X y le hace placas al tiempo de un matrimonio. Pasado, presente y futuro van pasando ante nosotros por turnos, haciendo una comparación dolorosa entre lo que fue y ya no es.

 "Dos en la carretera" es una magdalena de Proust. De forma paralela a la película, el espectador hace de manera inconsciente una revisión de su pasado. Todo el mundo acaba reconociéndose en unos personajes que al principio eran capaces de disfrutar con una manzana y al final son incapaces de ilusionarse con un Porsche. Una vez Picasso pintó un retrato de Gertrude Stein. Cuando terminó su trabajo, ella le dijo: "Ese cuadro no se parece a mí". Picasso respondió: "No se preocupe, ya se parecerá usted al cuadro".

 Audrey Hepburn y Albert Finney son cualquiera. "¿Qué clase de personas se sientan en un restaurante y no se dicen nada?" pregunta ella. "Los matrimonios" responde él. Película sobre el desgaste del tiempo pero también sobre la plenitud, la alegría y la amargura de su transcurrir.

 Uno hace promesas y luego está el tiempo.

29 noviembre, 2012

Al servicio de las damas

 En los años 30, el género de la comedia todavía estaba considerado un arte mayor. Quizá mayúsculo. Muchas de estas películas han llegado hasta nuestros días con la frescura de una trucha de arroyo de montaña. Su vigencia y su modernidad, vistas con el ojo vago de hoy, son asombrosas. Una muestra: Al servicio de las damas. Gregory La Cava. 1936.

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 Los títulos de crédito iniciales muestran los nombres del reparto escritos en las casas de los millonarios de la Quinta Avenida. La cámara hace una panorámica hacia la derecha y vemos el East River de Nueva York, la zona donde están los mendigos. Este plano resume el objetivo de la película: unir el conflicto social de la Gran Depresión y la alta comedia. Viajar del oropel de los pudientes a los basureros de la ciudad mediante un vehículo: la sátira.

 William Powell interpreta a Godfrey, un indigente de un vertedero que encuentra trabajo como mayordomo en una casa de ricos caprichosos. La familia está formada por una madre que nunca para de hablar pero es incapaz de decir algo. Como se aburre mucho tiene un protegido, Carlo, un paniaguado que ejerce de payaso imitador de chimpancés. Una de las dos hijas es malvada, la otra es simplemente idiota. Tienen extrañas manías como desmayarse a conveniencia o meter caballos vivos en la biblioteca. Su padre se limita a padecer a todos esparciendo réplicas y diálogos cáusticos a velocidad de ametralladora. La llegada de Godfrey con su sorna señorial los va cambiando a todos poco a poco.

 Gregory La Cava dirige esta película que habla sobre el éxito y el fracaso. Con un humor cercano al absurdo y una tendencia al disparate fino digna de Miguel Mihura, Edgar Neville o Jardiel Poncela, en sus filmes somete a los ricos a unos ridículos tan demoledores que funda un nuevo género narrativo, el de los millonarios de manicomio.

 Al parecer, trabajaba con una botella de bourbon metida en el bolsillo de la chaqueta. La Cava fue un pionero en el arte de usar la improvisación como sistema: a menudo reescribía una escena cinco minutos antes de rodarla para conseguir una mayor espontaneidad. Le gustaba escamotear partes del guión a los actores para que ignorasen el final de la historia. Los prefería desconcertados. Era compañero de Lubitsch, Capra, Hawks, McCarey o Preston Sturges, los tipos que convirtieron la comedia en sofisticada al sustituir la carcajada por la sonrisa cómplice y el golpe gracioso o la caída tonta por la frase ingeniosa.

25 noviembre, 2012

Fields of gold



 Sting.

 Puede que la sociedad circule en dirección contraria pero no importa. Tenemos el fútbol, los realitys anestesiantes y las series de medio pelo que nos permiten ir dopados para la cama. Hace un par de líneas he escrito sociedad aunque quizá debería decir telespectadores.

 Las noticias ya son como aquellas cintas de VHS en las que grababas una película encima de la anterior. Lo último borraba lo penúltimo. Incluso puede que así haya sido siempre solo que han aumentado la velocidad. Como quien pasa con alivio a la siguiente pantalla del videojuego ya nos hemos olvidado de los desahucios gracias a una oscura trama fantasmal de supuestas cuentas bancarias de políticos en Suiza.

  El asunto chusco de la semana llegó cuando la Iglesia, a la que siempre acusan de no adaptarse a los nuevos tiempos, decide comenzar su modernez haciendo un ERE de pesebre. Su Santidad ha decidido meterle mano al merchandising eclesiástico. Afirma que la mula y el buey sobran. Incluso la estrella ha visto malograda su gran labor como GPS. Ahora dicen que pasaba por allí. Los elementos de atrezzo caen mientras cientos de niños que tenían su pequeño papel animal en la función del colegio se quedan sin trabajo.

 Y en vísperas de Navidad, su franja de mayor audiencia.

21 noviembre, 2012

Luna Nueva

 Comedia despiadada que narra la pasión hacia un oficio: el periodismo. Repleta de objetos que recrean una época ya desaparecida y que acarician la vista: teléfonos antiguos, máquinas de escribir, sombreros, cigarrillos, humo y todas esas cosas que hacen creíble un ambiente. Una historia de reporteros más que de periodistas, políticamente incorrecta y con unos diálogos tan afilados que oyes latir la inteligencia detrás. Hoy llega un tren de alta velocidad: Luna Nueva. Howard Hawks. 1940.

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 Walter Burns, director de un diario sensacionalista, utiliza a un pobre infeliz al que van a ejecutar, para alimentar los titulares de su periódico. Es un tipo estupendo en el sentido despreciable del término. Con sus enormes dotes para la maquinación, pondrá toda su caradura al servicio de una misión: recuperar a su ex-mujer, Hildy Jonhson, reportera del mismo diario a punto de casarse con otro hombre. Pretende dejar el periodismo, convertirse en un ser humano y marcharse en un tren con suegra dentro. Estos dos personajes forman la columna vertebral de uno de los guiones míticos de la historia del cine. Se ha rodado cuatro veces. Esta versión es la mejor. Al menos hoy. La película es una "screwball comedy", término diseñado para referirse a comedias que transcurren al ritmo de una sala de urgencias y en las que las mujeres llevan las riendas del asunto. Su traducción sería algo así como “comedias locas”, bastante cuerdas, en realidad. Los diálogos no se pronuncian, se disparan. Compiten en velocidad con los de "Uno, dos, tres" de Billy Wilder.

 El maquinista de este tren vertiginoso es Howard Hawks. Era tan bueno como director que no necesitaba hacerse notar. Ponía la cámara a la altura de los ojos y listo: invisible. Cuando Mies van der Rohe acuñó su famosa sentencia “menos es más” hacía tiempo que Hawks pisaba ese territorio. Esa economía le hace emerger como uno de los cineastas más eficaces y modernos del cine clásico. Conseguía lo más difícil, extraer genialidad de la sencillez. Su maestría es pasmosa al presentar con un par de travellings majestuosos la redacción caótica y ruidosa de "The Morning Post". No había llegado todavía el silencio de tanatorio de las redacciones de hoy en día.

 Comedia de acido sulfúrico donde los periodistas son retratados como alimañas con la precisión de una autopsia y la corrupción alcanza cotas de miseria y esperpento comparables a las películas de Berlanga y Azcona. La risa como bálsamo contra la estupidez.

18 noviembre, 2012

Nessun Dorma



 Turandot. Puccini.

 "Historias de Nueva York" es una película de tres episodios, dirigidos respectivamente por Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y Woody Allen. El vídeo que he dejado más arriba corresponde  al fragmento de Scorsese titulado "Apuntes del natural" (Life lessons), posiblemente de lo mejor que ha rodado este director antes de convertirse en un cineasta encerrado en platós inmensos en los que no fabrica grandes películas sino películas grandes.

 Nueva York oficia de escenario eterno, como dicen en la película es "la ciudad". Cuando el Greenwich Village es el sitio en el que hay que estar, la efervescencia se traslada a Tribeca o a cualquier otro sitio que suene bien como el SoHo. Al cabo de un rato -unos años-  Brooklyn toma el relevo y se convierte durante un tiempo en el nuevo centro del universo en esa especie de rotativa sin fin... y al final, cuando el capricho da otro salto geográfico y se lleva la moda a otra parte, quedan películas ancladas en ese tiempo.

 Estudios, galerías, performances en vías de metro abandonadas, lofts con una altura equiparable al ego de la ciudad, montacargas de rejilla que se ríen del aburrimiento de los ascensores convencionales, sirenas de policía en la calle... son los ambientes inequívocamente neoyorquinos y ochenteros de "Apuntes del natural".

 Nick Nolte interpreta a Lionel Dobie un pintor neurótico y obsesivo que, a menudo, se queda mirando el lienzo como el escritor atascado delante de una hoja en blanco o el cineasta al que se le echa encima la fecha de rodaje y no sabe qué hacer. Parece que le da miedo el lienzo y utiliza una extraña forma de baloncesto en casa para superar el bloqueo. Está solo, más que amor, busca sobre todo compañía. Vive con su ayudante, la cual "le tensa las telas". Ella busca seguridad. Que le confirmen que posee esa cosa de tan difícil medición que es el talento.

 Con una música espléndida y una cámara nerviosa, Scorsese escarba como las patas delanteras de un perro en la soledad del artista. Hace una reflexión sobre la creación y la pulsión artística, sobre el hambre, sobre la necesidad, sobre la diferencia entre ser pintor o ser artista.

 La historia de un tipo que pinta porque no puede no pintar. 

11 noviembre, 2012

Blue in Green



 Miles Davis.

 Como sabéis, este pequeño blog se dedica frecuentemente a mezclar el cine con la vida aunque, de la misma manera que según Woody Allen “el sexo es sucio sólo cuando se hace bien”, quizá la vida y el cine sean lo mismo, sobre todo cuando este último se hace bien.

 Roberto Rossellini era un señor que hacía películas en las que nunca había un rincón para la autocomplacencia. En 1947, dirige una película en la que practica una forma despiadada de piedad: "Alemania, año cero". Una película a la que resulta difícil llamar película. En una ciudad arrasada por los bombardeos de los aliados y cuyo único paisaje está formado por escombros, rueda una historia que cuenta el horror y la desesperanza en el Berlín de la posguerra. 74 minutos de terror.

 La película comienza en un cementerio porque Berlín es un cementerio. Solo hay mujeres, niños y ancianos, los hombres han muerto en la guerra. Edmund, un niño de doce años demasiado pequeño para ser hombre y demasiado mayor para ser niño se ve obligado a buscarse la vida para mantener a su familia en unas condiciones durísimas e implacables. Sin Edmund no hubiese existido el niño de "Los 400 golpes" ni "Los olvidados" de Buñuel. Ellos vinieron poco después y fueron sus herederos.

 Rossellini muestra el envejecimiento de un niño en horas, en días. Una película de pellejo sombrío y desesperanzado que habla de la supervivencia extrema y en la que Edmund se verá abocado al suicidio. La historia que narra "Alemania, año cero" es de una asfixia tan notable que, a veces, te asalta la sensación de estar intentando respirar en el vacío. Su belleza y su dureza no entran a través de los ojos.

 Estos días de desahucios de primera página he pensado mucho en Edmund. Causa pudor imaginar desde las zonas afortunadas de la sociedad el arrinconamiento y la humillación de personas atrapadas por las circunstancias que toman la decisión de quitarse de en medio.

06 noviembre, 2012

Wall-E

 Al parecer, tengo la querencia insistente de mirar hacia atrás por encima del hombro. Un gran porcentaje de las películas o las fotos que pasan por aquí son antiguas y tienen la visión perruna del blanco y negro (gris incluido). Hoy vamos a pasear con una historia recién sacada del horno en el tiempo geológico del cine: Wall-E. Andrew Stanton. 2008. Una película de niños para mayores que le regala un nuevo comienzo a la humanidad. Los cerebros que la han fabricado se guían por un único parámetro: respetar la inteligencia del espectador.

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 El mundo se ha convertido en un desierto de residuos con un único habitante: Wall-E, un pequeño robot. La publicidad, como una cucaracha, también ha sobrevivido. No hay nadie en el planeta, pero continúa su tabarra infinita y su menosprecio a las personas. Por ella nos enteramos de que los humanos se han recluido en una nave espacial a la espera de que la Tierra se vuelva habitable de nuevo. Los robots más emblemáticos de la historia del cine son tan estúpidos que siempre han tenido el anhelo de ser humanos o parecerlo. De tener alma. Wall-E, pariente lejano de R2D2, no busca trascender. Sin embargo, posee dos rasgos que lo convierten en humano sin él saberlo: su afán por acumular objetos que no valen para nada y su profunda soledad.

 Los primeros veinte minutos de la película son un homenaje al cine mudo. Sólo con ruidos, algo de música, gestos y gags, uno se da cuenta de que Wall-E es el genuino heredero de Chaplin (el sombrero o el bastón de Charlot, tienen aquí su equivalente en una bota o un extintor). Mientras prosigue con su afición de construir skylines de basura y disfrutar de musicales antiguos, aterriza EVA, un androide ultramoderno que viene a comprobar si ya existe vida orgánica. Se conocen. Aprenden el lenguaje. Descubren el fuego. Emprenden un viaje en el que le van a dar una segunda oportunidad a la raza humana. Pixar nos cuenta la historia del nuevo origen del hombre. Ofrece una versión inversa de la Biblia en la que el Apocalipsis precede al Génesis. Adelanta la inmundicia en la que se convierte la humanidad en su dependencia de la tecnología venidera: una nave nodriza de seres fofos y atontados, esclavos de un paraíso artificial. Alerta de una falsa modernidad deshumanizadora que utiliza la publicidad como altavoz. Y hace que su pequeño héroe, una chatarra con alma, le gane la batalla a un mundo aséptico y robótico. Mezclando elementos y escenas de Superman, ET, 2001 o La guerra de las galaxias consiguen lo más difícil, la alquimia de la emoción. Usan –y abusan- del mejor efecto especial inventado hasta la fecha: la imaginación.

04 noviembre, 2012

Dreary Moon



 Big Black Delta.

 Hoy estoy tan vacío como (casi siempre) la sección de comentarios de este blog. Como no tengo ninguna greguería absurda en el bolsillo y no voy a mejorar el silencio, pues me callo.

28 octubre, 2012

About Her



 Malcolm McLaren.

 Más allá de que estemos dejando atrás “el ladrillo” para avanzar hacia la chabola y de que la ansiedad principal de la población de un país sea cobrar a fin de mes, esta semana hemos tenido premios. Llevamos varias semanas de agasajos, premios Nobel, premios Planeta, Nacionales de narrativa y, estos días, los príncipe de Asturias.

 Como Usain Bolt o Michael Phelps son fulanos de poco fuste y las chicas de natación sincronizada no molan lo suficiente, el jurado ha decidido galardonar a Xavi e Iker Casillas por representar “los valores de la amistad y el compañerismo”. Al parecer, han reconocido la gran labor que ejercieron al “limar las rencillas” entre los futbolistas del Barcelona y el Real Madrid. Cada vez que jugaban se daban patadas y eso. Quedaba feo.

 Al recibir su reconocimiento como limadores de asperezas, los dos futbolistas montaron una escenificación de abrazos y deditos de mazapán que dejó claro un mensaje de buenrollismo muy del agrado del público presente, que les recompensó con aplausos espontáneos. De hecho, viendo la brillantez de su mediación, en la grada había “ojeadores” de Naciones Unidas. Una vez que terminen su fértil carrera (y si no quieren darse la vida padre) puede que sustituyan a Kofi Annan o a Ban Ki-moon como árbitros de conflictos internacionales.

 No nos llega con un gobierno de simulacro que ahora también tenemos premios de simulacro.

 Mi proposición para el año que viene es que le den el premio príncipe de Asturias del deporte al tipo del vídeo “Gangnam Style” por su labor pionera en favor de la hípica. Si es demasiado descabellado siempre pueden premiar a un emoticono o al botón “me gusta” de facebook.

24 octubre, 2012

Chez Mondrian

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 A veces ocurre que uno encuentra cosas que hacen aumentar su bienestar. Una película, un libro, un objeto, una charla o un recuerdo, pueden producir uno de esos raros momentos en los que, de forma inesperada, te sientes en paz. A mí me ocurre con algunas fotos que voy dejando en este cuaderno, también con la que he dejado más arriba, una imagen que hace enmudecer mi voz interior.

 André Kertész disparó en 1926 la fotografía titulada “Chez Mondrian”. Hace unas semanas se publicó aquí otra entrada acerca del mismo fotógrafo, por lo que no me extenderé demasiado. Como resultado de sus múltiples vagabundeos por París, un conocido común lo llevó al estudio de Mondrian. Al parecer, la decoración respondía al mismo orden riguroso y espartano que protagonizan las abstracciones geométricas de sus cuadros.

 Con una luz y una composición perfecta, Kertész pinta una obra maestra sin que se vean las pinceladas. Si el silencio llega a pasar en ese momento hubiese quedado retratado. Parece una foto flotante. No pesa.

 André Kertész hace un retrato de persona ausente. A pesar de que el protagonista no está, la simetría y el despiece de las líneas son elocuentes. Revelan, más bien delatan, que estamos ante un retrato de Mondrian.

21 octubre, 2012

What a difference a day made



 Dinah Washington.

 Hoy es día de elecciones en Galicia. Una gran parte de la población no irá a votar. Poseen buenos motivos: el aburrimiento, el hartazgo o el simple desprecio. El panorama no ayuda mucho: escenificaciones de un debate en el que no hay debate, políticos que se creen capaces de hipnotizar a tres gallinas a la vez (siempre que estén atentas) pero que no son capaces ni de engañarse a sí mismos o unos medios de comunicación que, a menudo, en lugar de fomentar la expresión de opiniones, parecen querer suprimirlas, manipularlas o dirigirlas.

 Se nos convence de que la democracia es meter un papel en una urna cada cuatro años, pero mucha gente tiene la sensación de que no está participando en nada significativo, que no se cuenta con ellos. Se nos dice qué cuestiones pensar y cómo pensarlas. Se habla en un lenguaje farragoso e incomprensible para los no iniciados, como si todo estuviese más allá del entendimiento del hombre común y a él le bastase la fe. Ya necesitamos traductor para entrar en los detalles de cualquier problema económico, político o social. Parece que tenemos que resignarnos a creer que todo ha sido decidido hace tiempo y por otros. Fabricar otro agujero en el cinturón, obedecer, callar y correr.

 Todo lo anterior es desastroso y nuestro sistema democrático, por momentos, ya no lo parece. Sin embargo, es todo lo que tenemos.

 Ahora ya sabemos que corriendo para salvar la vida nunca llegas muy lejos. También sabemos que la fe se compra con credibilidad y ya no nos queda ese género en la tienda. Hemos ido abandonando el conformismo, otro de los grandes males, a medida que aumentaba la indignación.

 Puede que hoy no sea el día, pero estoy seguro de que algo vendrá. Y ese algo tendrá que traerlo la gente. Sólo en lo desconocido hay salida. Mientras tanto, me quedaré con Dinah Washington y su canción a ver "Qué diferencia marca un día".

 A veces, las cosas existen porque las esperamos.

14 octubre, 2012

My baby just cares for me



 Nina Simone.

 La semana comenzó con Angela Merkel acercándose a Grecia a lanzar unos cacahuetes. Les dijo a los griegos que estaban sufriendo bastante bien. En plan chiste de Gila. Luego llegó el ministro Wert, nuestro pequeño experto en marear perdices. Nos demostró su maestría en la conjugación de verbos de uso antiguo (concretamente, anterior a 1975 o, ya lanzados, puede que 1492) como "españolizar". Algo así como convertir indios en el nuevo mundo.

 Seguidor de esa película titulada "La cortina de humo", parece que quiere competir en audacia con David Mamet a la hora de fabricar falacias que desvíen la atención de los verdaderos problemas. A  los políticos nunca les interesa que los acontecimientos viajen con orden y sentido (nunca lo han hecho), prefieren que una noticia solape a la anterior y, si es necesario, crearla a conveniencia. Confían en el olvido. Una mentira hoy, otra estupidez mañana y, a lo tonto, ya ha pasado el día. El escaqueo, eso sí es muy "español".

 Mientras gente sesuda ponderaba si el verbo "españolizar" existe, llegó el premio Nobel de literatura y con él la discusión de siempre: que si es desconocido, que si no, que yo ya jugaba con él al dominó entre galeradas. Todo es tan típico y repetitivo como que siempre haya un cocinero chino en un barco pirata.

 La requetebomba fue el anunció del premio Nobel de la paz para la Unión Europea, que de unión anda escasa. También se lo podrían haber dado al burro del tío Jacinto que nunca le hizo mal a nadie. O a una tortuga que tuve de pequeño que dudaba como Hamlet pero eso ya es otra historia. Lo que me parece francamente alucinatorio es que alguien preste atención a un premio de la paz que tuvo como ganador a Kissinger.

 Una señora dijo en la radio que cualquier día le van a dar el Nobel de literatura a un bolígrafo. Puede que tenga razón, basta ya de ningunear su aportación a la escritura universal. La semana termina a la espera de que un fulano (Félix Baumgartner) se lance al vacío desde 36 Km de altura. Supongo que es un tipo bendecido con el don de la metáfora ya que pretende demostrar que en cinco minutos las cosas pueden caer a la velocidad del sonido.

10 octubre, 2012

Vivir para gozar

 Las últimas semanas ha habido una cuaresma involuntaria de entradas debido a los ridículos menesteres laborales del que junta las letras de este blog. Mi casero tiene la extraña manía de reclamar su diezmo y el señor de Mercadona, ese cráneo privilegiado, se niega en redondo a que le pague con pieles de castor. Mis intentos de vivir como Jeremías Johnson no dan resultado.

 La película de hoy es un as en la manga. Puede que sea la comedia escondida más deslumbrante de la historia del cine. Vivir para gozar. George Cukor. 1938. Para el que esto escribe, vive un piso por encima de "La fiera de mi niña" o "Historias de Filadelfia". Películas con más galones pero con menos altura. Claro que uno nunca está seguro de nada.

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 Johnny Case llega a la casa de su prometida para conocer a su familia y descubre que es millonaria. La mansión, con sus columnas de mármol y su oropel excesivo, parece el palacio del emperador Calígula. Está poblada de seres infelices, un padre dominante que amasa dinero, un hijo alcohólico y una hija alocada de la que nadie habla. Sin embargo, esa casa tiene un corazón, lo denominan "el cuarto de jugar", una especie de refugio que guarda el recuerdo de una persona ausente y los sueños incumplidos de los hijos. La mansión ejerce de jaula de oro de esa habitación especial hasta que llega alguien que no está dispuesto a renunciar a su libertad y el influjo de ese sitio, la vida, comienza a expandirse. Ese alguien es Cary Grant, un experto en ponerlo todo patas arriba en cualquier película que aparezca. Le acompaña Katharine Hepburn, su compañera favorita de demoliciones. Cuando se juntan, generan moléculas de oxígeno. Hacen que el aire penetre en el mausoleo.

 George Cukor rueda esta historia poco después de la Gran Depresión y nos enseña acerca de la importancia extraordinaria de aprender a decir “no”. Construye una película en cuyas alforjas hay un ataque sin cuartel a una forma de vida que consiste en amontonar dinero. Y lo hace mediante el mejor vehículo crítico inventado hasta ahora: la comedia. Con un guión prodigioso que avala cualquier sonrisa, zanja de puntillas asuntos esenciales de la vida: el amor, el sacrificio que conlleva el ser fiel a uno mismo, el vivir tu vida y no la de otros. Habla de personas que se convierten en resistentes, que no se dejan embaucar por el culto a la riqueza, que plantean la risa como la última frontera tras la que parapetarse.

26 septiembre, 2012

Scaramouche

 Si existiese un equivalente cinematográfico de La isla del tesoro, la película de hoy estaría entre las candidatas. Es una de esas historias que planta la semilla de la aventura en el corazón de cualquier niño. Scaramouche. George Sidney. 1952. Este es su rótulo inicial: “Nació con el don de la risa, y la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese fue todo su patrimonio.”

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 Andre Moreau es testigo de la muerte de su mejor amigo a manos del Marqués de Maynes, la espada más afilada y ensangrentada de Francia. La aristocracia está ocupada acallando los gritos de libertad del pueblo, y para justificar el asesinato utilizan la apoyatura de la palabra traición. Moreau huye y se esconde en una compañía de cómicos ambulantes. Se convierte en Scaramouche, el hombre tras la máscara, y aguarda el momento en el que pueda cumplir su único objetivo: la venganza.

 Stewart Granger protagoniza esta película de duelos a espada entre la niebla del amanecer, ambientada en el comienzo de la revolución francesa. Es uno de esos actores que poseen la sonrisa del aventurero. Con su cinismo y su galanura, interpreta a un rufián dueño de una simpatía contagiosa que no alberga ninguna duda de que el mundo está loco. Comparte carromato con Eleanor Parker, una mujer que no distingue entre temperatura y temperamento. Por algo es una pelirroja con lunar. Explosiva a la hora de ganar y maravillosa a la hora de perder, roba la película de principio a fin. Besa con el sabor de la Metro Goldwyn Mayer. Sus besos son tan espectaculares e irrepetibles que hace que nos preguntemos por qué en el cine actual ya no se ruedan besos de este calibre.

 George Sidney era un experto director de musicales en la Metro y dirige esta película como si de un musical se tratase, disfrazándola de comedia de aventuras y sustituyendo los números musicales por duelos a espada que en realidad son coreografías cuya melodía surge del tintineo de los sables. Con un cuidado exquisito y el oficio del buen narrador, Scaramouche nos ofrece esgrima, cabalgadas, romance, alegría, technicolor y aventura en estado puro. Una obra maestra del arte de entretener que nos pregunta si hoy en día no se hacen películas así porque no se quiere o porque no se sabe y de postre nos regala un homenaje espléndido al teatro de vodevil, un retrato de la tramoya pleno de vitalidad y divertimento. Toda la progresión de la película está diseñada al servicio de su insuperable escena final: el duelo a espada más deslumbrante de la historia del cine.

23 septiembre, 2012

Autumn Leaves



 Cannonball Adderley toca el saxo y Miles Davis sopla su trompeta. Los demás hacen el buen trabajo del que no se sabe que está. Pero sí están. Y como están pues vamos a decir sus nombres: Hank Jones en el piano, Sam Jones con su contrabajo y Art Blakey con una batería que aloja a todos.

 El álbum: “Somethin’ Else” perpetrado en 1958.

 Uno podría enterarse de la noticia más relevante de los últimos días en cualquier ascensor que tenga más de una plaza: "Ya ha llegado el otoño". Eso repiten los informativos con la letanía del ronquido suave de una siesta. Imagino la dificultad de colocación de semejante acontecimiento ahora que es más importante el orden de la escaleta de un telediario que su contenido.

 ¿Qué más? Pues nada. Seguirán diciéndonos que para salir de la pobreza debemos ser más pobres, que para solucionar el problema del paro hay que echar más gente a la calle y que para pagar las deudas es muy conveniente endeudarse más.

 Reconforta que sólo las estaciones cambien a tu alrededor. Hace que uno se sienta seguro.

19 septiembre, 2012

Misterioso asesinato en Manhattan

 "Todo el mundo cree que leo más de lo que leo y pienso más de lo que pienso. Debe de ser porque tengo gafas". El razonamiento anterior pertenece a Woody Allen, un señor que aparece a menudo por este blog. Durante muchos años, dio la sensación de que poseía el monopolio de las buenas ideas, era (es) ingenioso sin pretender. Ahora, a menudo lo ningunean. Han descubierto su secreto: las gafas.

 La película que hoy ocupa esta pequeña resma de papel virtual es una joya en el género de los detectives aficionados y tuercebotas : Misterioso Asesinato en Manhattan. Woody Allen. 1993. Es aquella en la que se pronuncia una de sus sentencias más famosas: "No puedo escuchar tanto Wagner, me entran ganas de invadir Polonia".

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 Carol Lipton necesita adrenalina. Está aburrida de un matrimonio que vive la rutina de dos viejas zapatillas de casa. Su ansia de aventura, hace que comience a fantasear con la idea de que su vecino, un hombre de avanzada edad, ha asesinado a su esposa. Se convierte así en una detective disparatada a pesar de las colosales objeciones de su marido, cuyo concepto de las emociones fuertes es hacer puzzles. Diane Keaton interpreta a esa mujer que hereda la habilidad de enredarlo todo que poseían Katharine Hepburn o Carole Lombard en la comedia clásica. Con motivo de tamaña investigación pazguata, arrastra a su escéptico esposo, Woody Allen, a las situaciones más insensatas y divertidas que uno pueda imaginar.

 De la misma forma que algunos grandes de la literatura se han creado un territorio mítico, Woody Allen, antes de convertirse en emigrante de lujo, también construyó su propia Tierra Media. Ha convertido en universales las inquietudes de su vecindario mientras fabricaba el electrocardiograma de su ciudad: Nueva York. En varias películas de este director el marco luce tanto como la foto, y con un balanceo perfecto. Si las ciudades son libros que se leen con los pies, mucho hemos paseado de contrabando con Woody Allen, ese tipo acomplejado, feúcho, con su disfraz de pobre perdedor lleno de dudas que se pasa la vida, como todos, deseando lo que no tiene. El suyo es un cine de plegarias atendidas. La comedia o las lágrimas llegan cuando se consigue lo pretendido y no resulta ser lo imaginado. En este filme, una versión oculta de "La ventana indiscreta", cambia el cotilleo y la escayola de James Stewart por una cámara al hombro que convierte en fisgón al espectador. Le da la vuelta al calcetín y usa los mismos elementos que Hitchcock, cambiando el suspense por la comedia.

16 septiembre, 2012

Sounds of the island



 Luis Bacalov.

 El vídeo que ejerce de sombrero de estas pocas líneas es un fragmento de la película El Cartero y Pablo Neruda, una historia de difícil sencillez. Un cartero ignorante y soñador entra en contacto con Neruda. El poeta soporta (sin mucho esfuerzo) su ilustre exilio en un pequeño pueblo italiano. Entre calas solitarias, el sonido del mar y unos paisajes que se quedan agarrados en la memoria, se nos cuenta un relato ligero y poco pretencioso que habla del apego a la tierra o del proceso de creación de una metáfora. Este relato incluye un maravilloso elogio de la bicicleta.

 La música de Luis Bacalov, como quién cede el asiento del autobús, se levanta y deja sitio a la banda sonora de la isla que el cartero graba para enviarle a su amigo Neruda.

09 septiembre, 2012

Stormy Weather



 La guitarra de Django Reinhardt hace su ejercicio habitual de natación sincronizada con el violín de Stéphane Grappelli.

 Préstamos suaves, post-ayudas, primeros rescates blandos, segundos rescates semiduros, hombres de negro, tiempos de descuento y penaltis en el último minuto. Es curioso que lleven meses rescatándonos y sigamos sintiéndonos prisioneros. Para tanto rescate, poco se habla de los secuestradores y toda esa gente de malvivir. Nos repiten una y otra vez la palabra crisis como si fuese un término que lo justifica todo en sí mismo. Lo convierten en inexorable cuando la crisis solamente es la consecuencia del verdadero problema: la estafa. Mucho vocabulario pintoresco pero a eso se reduce todo, al buitreo.

 Los lanzadores de zanahorias siguen encontrando burros encantados de seguirlas. Para qué señalar los verdaderos problemas si podemos hablar de un futbolista que padece congoja existencial y millonaria. Un día te asalta sin preaviso la melancolía lánguida de Kafka y no te queda otra que acudir a la sala de prensa y convertir a los periodistas deportivos en gestores de tristeza.

 Esperanza Aguirre es la maestra absoluta en ese arte de esparcir tubérculos en todas direcciones mientras su ejército de rebuznadores lo celebra con algarabía. En la inauguración del curso universitario se escandalizó porque había estudiantes con pancartas de “Esperanza muérete” y declaró que emprendería acciones legales ante un lenguaje criminal como ese. Exige responsabilidades. Al día siguiente, en una visita a la casa consistorial de Valdemaqueda dijo que a los arquitectos “habría que matarlos”.

 Así seguimos, a golpe de camelo. Comprando patriotismo devaluado a unos políticos que sólo sienten indiferencia hacia cualquier cosa que suceda fuera de los límites de su mansión y que tratan de convencernos de que lo que es bueno para las multinacionales es bueno para el país. Creyendo que si el señor (es un decir) de Eurovegas se llena los bolsillos, algo caerá también para nosotros. Somos así de tontos.

 Un tipo nos señala la luna y nadie mira su dedo.

02 septiembre, 2012

At Last



 Etta James. Cualquier momento es bueno para escucharla. También un domingo.

 Como se puede ver en el vídeo, esta canción forma parte del soundtrack de la película Pleasantville, una historia que comienza con un “Érase una vez” y va creciendo hasta convertirse en una versión ingenua de Qué bello es vivir. Bajo su apariencia de comedia indulgente y candorosa, sólo hay que rascar un poco con la uña para descubrir la sorna que recorre el film de forma subterránea. En esta película se produce un extraño caso de xenofobia cinéfila entre humanos en blanco y negro y gente en color.

 Repasando la escaleta de los últimos siete días, he visto que el Ecce Homo de la actualidad semanal ha sido el señor Clint Eastwood y su alegoría facilona de la silla vacía. Ante un auditorio de aplaudidores profesionales en versión republicana, ha hecho una de sus peores puestas en escena. Quizá pretendía imitar a los cómicos que salían al escenario con un circo de pulgas invisible.

29 agosto, 2012

Las polaroid de Kertész

 A veces ocurre que hay épocas y lugares que parecen campos de concentración de genios. Woody Allen se cachondea de todo esto en su película Medianoche en París. Robert Capa, Brassaï o Man Ray son una pequeña muestra de los fotógrafos emigrantes que rondaban el París de los años treinta. La mayoría se hicieron famosos en ese tiempo, recorriendo las calles, intentando ser surrealistas y, sobre todo, trabando amistades. Retrataban a pintores como Mondrian o Chagall, a escritoras como Colette o a directores de cine como Eisenstein. Da la sensación de que bajabas al estanco y te podías encontrar a Hemingway buscando una pelea que reafirmase su hombría o a Picasso tirando a una mujer escaleras abajo. Cosas de la emigración de lujo una vez que el presente se ha encargado de idealizar el pasado.

 André Kertész era uno de los que estaba por allí e hizo lo que todos, comprarse una Leica. Utilizaba un objetivo al que pocos fotógrafos prestan atención: los pies. Hizo un retrato de París a fuerza de sumar escenas callejeras en las que captaba instantes cotidianos con tal precisión que se convertían en íntimos, en una cosa cercana a la poesía. Inventó eso de detener el tiempo en un instante mágico para que luego Cartier-Bresson lo asumiese como un descubrimiento propio.

 Nadie retrató a tanta gente leyendo o tantas sillas o tantos tejados. Tenía una extraña predilección por verlo todo desde arriba, como un pájaro.

 Con el auge del nazismo, las revistas sólo estaban interesadas en temas políticos y dejaron de comprar sus fotos. Al parecer, esa escasez de trabajo hizo que se marchase con su mujer a Estados Unidos, un sitio en el que nunca estuvo a gusto. A lo largo de su carrera, su esposa Elizabeth ejerció de modelo involuntaria para muchas de sus fotografías. Le encantaba retratarla, de hecho, en múltiples ocasiones ha declarado que su imagen favorita es un autorretrato de los dos tomando un café que disparó en el año 1931. Durante las décadas que vivió en América trabajó para varias revistas, tuvo trifulcas con todos y se pasó la vida quejándose de lo poco valoradas que eran sus fotos. Sólo había una constante: cada vez que tenía ocasión repetía que todo lo que había conseguido se lo debía a su esposa.

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 Elizabeth murió de cáncer en 1977 y los días empezaron a parecerse unos a otros de forma desoladora para André Kertész. Poco después, en 1979, le regalaron una cámara polaroid con la que sacaba fotos a los tejados desde su apartamento de la quinta avenida del que apenas salía. Se divisaba todo Washington Square. Kertész cuenta que un día, paseando por su barrio, descubrió unos pequeños bustos de cristal en la ventana de una librería. Afirma que el hombro y el cuello le recuerdan a su mujer. Durante meses y meses fue y volvió. Los veía a través del cristal.
Un día entró y los compró.

 Una vez en casa, los colocó en el alféizar de su ventana y comenzó a sacar polaroids. Por las mañanas, por las tardes, esperando la luz adecuada, André Kertész vuelve a su mundo de reflejos, de abstracción, de poesía, de distorsiones. Y ese señor de fotos en blanco y negro consigue arrancar unos colores maravillosos y unos encuadres exquisitos en el tiempo de descuento. Hasta nos dice que la fotografía puede ser una terapia contra la tristeza.

 Aquel que tanto viajó, ahora viajaba a través de su ventana. Lejos de hacer lo que todos, mirar las fotos viejas de los que ya no están, decidió hacer unas nuevas. Siguió retratando a su mujer. Si alguien desea ver el resultado, puede ver muchas de esas imágenes en este enlace. También en el vídeo que ejerce de punto y aparte en este post.

 

26 agosto, 2012

Tower of Song



 Tom Jones homenajeando a uno de los dos Leonardos.

 Por lo visto en el vídeo de arriba no sólo puede salir a desbrozar un escenario, también puede cantar sentado en una silla.

 Al escuchar su último disco –versiones de canciones con una boca anterior- recordé una noticia que ha salido esta semana en la prensa. Al parecer, el escritor John Banville proyecta publicar una novela protagonizada por Philip Marlowe el detective creado por Raymond Chandler. Por supuesto, cuenta con el beneplácito de los herederos, ya sabéis, esas entidades biológicas bienintencionadas que se comportan como terratenientes con la herencia del abuelo y que sacuden las orejillas con algarabía.

 La misma noticia también dice que P. D. James ha publicado con éxito una continuación de Orgullo y Prejuicio en la que los personajes investigan un asesinato de campiña inglesa. Estoy pensando en proponer a una editorial una secuela de Romeo y Julieta en la que los dos enamorados son vampiros. Se me olvidaba, ya lo han hecho en esa saga asnal denominada Crepúsculo.

 Bien. Entonces les propongo una novela en la que Alonso Quijano vuelve de su retiro y emprende una nueva lucha desigual contra zombis, molinos y entidades bancarias. Aparece en nuestra época debido a los poderes mágicos de Sancho, que tiene gafas, una misteriosa cicatriz en la frente y se comporta como un hacker psicótico. Puedo tenerla lista en tres días.

 Señores editores de libros, sabemos que la cosa está mal. Pero.

19 agosto, 2012

Your heart is as black as night



 Melody Gardot.

 Este tema forma parte de la banda sonora de una película titulada "An education". Seguro que todos habéis visto una fábula de Pixar llamada "Wall-E". Sus orondos protagonistas, esclavizados por la propaganda escuchaban: "Pruebe el azul... es el nuevo rojo" y apretaban un botón que los coloreaba a todos entre grititos de satisfacción y alborozo.

 Cuando se estrenó "An education", todos los mentirosos se apresuraron a vender a su protagonista, Carey Mulligan, como "la nueva" Audrey Hepburn. Pura cretinada. Cada vez que escucho la palabra "nuevo" utilizada como prefijo, me estremezco como un chihuahua.

 Hacer uso de ese elemento llamado "sentido común" se está convirtiendo en algo revolucionario. Los pobres desgraciados que lo practican siempre se afeitan a contrapelo. Acabarán en la revista Wallpaper. Convertidos en tendencia.

15 agosto, 2012

Marion Post Wolcott

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 Franklin D. Roosevelt en su discurso inaugural como presidente pontificaba: "Veo a un tercio de la nación mal alojada, mal vestida y mal alimentada... la prueba de nuestro progreso no reside en que aumentemos más la abundancia de quienes tienen mucho, sino en que proporcionemos lo suficiente a los que tienen demasiado poco".

 En los tiempos actuales, los profesionales del ninguneo lo tacharían de campechano, de "amigo del pueblo". Sería sumariamente acusado por la gente de mucho melindre, le colgarían el cartel de pobre ingenuo. Meterían el pequeño añadido de "pobre" porque mejora ampliamente el resultado final. La piedad es uno de los mejores disfraces del desdén. Hemos mejorado mucho a la hora de matizar el agravio. Es lo que yo llamo progreso.

 Roosevelt y su "New Deal" realizaron el mayor proyecto de documentación social de la historia de los EEUU. La Farm Security Administration contrató una serie de fotógrafos para que recorriesen los rincones perdidos de América y retratasen a los desfavorecidos. Buscaban fotografías efectistas. El proyecto no dejaba de tener una carga propagandística que pretendía aliviar el excesivo peso de los bolsillos pudientes. Algunas de esas imágenes en blanco y negro se han convertido en iconos del siglo XX. Allí estaba gente como Dorothea Lange o Walker Evans, uno de los que se bajó del autobús en marcha. Quería hacer fotos mostrando que podía haber dignidad en la pobreza pero el gobierno quería imágenes que diesen pena.

 Las fotografías en color de ese archivo no llamaron la atención. Siguen siendo relativamente desconocidas. Una de esas imágenes es la que he dejado más arriba: "Boys fishing in a bayou". Schriever. Louisiana. 1940. Disparada por Marion Post Wolcott.

 Una fotografía puede ser muchas cosas: publicidad, arte, fetichismo, prueba pericial, reportaje, pasarela de moda, pornografía, documento científico, espionaje por satélite, intimidad, recuerdo...

 La imagen de esos dos chicos pescando me gustó por su poder evocador. Uno piensa de forma inmediata en Tom Sawyer y su amigo Huck planificando minuciosamente alguna travesura en la orilla del río. La diapositiva de Marion P. Wolcott es el retrato de un libro: Las aventuras de Huckleberry Finn. Una novela en la que la corriente de un río nos arrastra por el profundo sur americano en la época de la esclavitud. Nuestro guía, Huck Finn, es un virtuoso de la supervivencia, un Lazarillo de Tormes con un don extraordinario para la improvisación. Práctico y poco dado a la metafísica, sabe que la vida tiene un principio y un desenlace conocido pero que su desarrollo a menudo depende de la capacidad de encajar la serie de sucesos azarosos que van cayendo sin orden lógico o previsible. Y a eso le llama aventura.

 Mark Twain hace el resumen de su novela en el aviso inicial que preside el hall del libro. Esa dedicatoria está blindada. No se puede mejorar.

                                             Las personas que intenten encontrar un motivo
                                                  en esta narración, serán perseguidas.
                                                Aquellas que intenten hallar una moraleja,
                                                                serán desterradas.
                                               Y las que traten de encontrar un argumento,
                                                                 serán fusiladas.

12 agosto, 2012

Mercedes Benz



 Janis Joplin.

 Nunca encontró un peine que le gustara. En cuanto pudo, abandonó el pueblo de Texas donde nació. Un sitio en el que las mujeres terminaban el instituto, se casaban, tenían hijos y callaban. No llevaba faja, pestañas postizas ni cantaba en Las Vegas. Se convirtió en representante de la teoría del caos.

05 agosto, 2012

Long way home



 Norah Jones. Versión anunciada hace un par de semanas. Normalmente no cumplo mis promesas, sólo es por llevarle la contraria a Rajoy, lo cual no tiene mérito alguno cuando él se lleva la contraria a sí mismo con "meridiana transparencia".

 Mientras una gran parte de la gente aguarda con una considerable dosis de sangre fría el final de las Olimpiadas, sobre todo por si comienza de nuevo la Eurocopa, esta semana hemos asistido a otro episodio de la demolición de RTVE. Muchos se quejan del desmantelamiento y el despiece del ente público (lo denominan "purga", para darle un acertado tono totalitario) pero no hemos de engañarnos, lo que había "antes" tampoco era tan bueno.

 Claro que, cualquier televisión dirigida por un chimpancé con una pistola, es mejor que lo que se nos viene encima: un medio de comunicación al servicio del poder dirigido por un puñado de lombrices intelectuales que vienen convencidas de casa, adiestradas para desarrollar su magna labor de fabricar detritus. Ahora comienza el reparto de estiércol a domicilio. Harán ese tipo de periodismo que consiste en controlar la mansedumbre de la gente.

 La palabra obediencia será la clave.

 También murió Gore Vidal. Todos coinciden en que este señor, más que gran novelista, tenía como oficio el ser un revoltoso profesional. Cuentan que siempre tenía una guindilla en la punta de la lengua. Es maravillosa esa anécdota de una entrevista que le hicieron en su mansión de Italia. Cuando el fotógrafo se arrodilla para retratarle en contrapicado, él le dice con mala cara que se levante mientras escupe: "Te descuidas y todos quieren hacer Ciudadano Kane".

 Que un tipo como este se muera, no puede ser buena noticia.

29 julio, 2012

Suffragette City



 David Bowie.

 Tema del álbum que más me gusta de este señor: "Ziggy Stardust". Pese a todos los éxitos, disfraces, excesos y puestas en escena, siempre me ha encantado esa especie de sobradez distante, congelada y furtiva. O no tan furtiva. La arrogancia no disimulada del tipo que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana.

25 julio, 2012

Una extraña pureza

 Erri de Luca no inventa, sólo recuerda. Y quizá sea la misma cosa. Sólo he leído un libro suyo pero, si uno mira hacia el horizonte, cree adivinar lo que le aguarda en el resto de su obra: las redes de arrastre de toda una vida.

 En su manera de contar una historia hay una especie de poesía a la que la rima le parece algo de mal gusto, algo sobrante. Sería insistir. Imaginad una naranja a la que exprimís para extraer zumo y caen tres gotas. Así escribe Erri de Luca. Concentrado y precioso, es todo núcleo, no hay adorno, no hay decoración. Ese empecinamiento en contar sólo lo esencial pone cemento a la complicidad imparable que estableces con él.

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 Los libros de Erri de Luca traen consigo un accesorio denominado "puente". El lector se sorprende una y otra vez ensimismado en sus propios pensamientos y no sabe cuando cruzó ese puente. No es capaz de recordar el instante exacto en que dejó de leer y comenzó a pensar. Esto provoca que el ritmo de lectura sea a pequeños sorbos, con frecuentes paradas en el camino a beber agua fresca. Llega un momento en el que descubres que el libro va a la velocidad de la vida, que es una de las mejores cosas que le puede suceder a una persona que abre un libro y espera encontrar algo.

 No contaré el argumento. Disfrazado de relato iniciático, el autor nos hace un regalo, nos dice de la forma más hermosa cómo viajar en el tiempo a través de nuestra memoria. Nos explica cómo funciona la máquina de nuestros recuerdos y nos habla de la educación, del tiempo, de la sensación de pérdida. Y habla también de la herida de la vida.

 Hay varios cineastas que empezaron a rodar películas en el cine mudo, fueron testigos del nacimiento del sonido, vivieron el paso del blanco y negro al color y prolongaron su carrera hasta las décadas de los sesenta y los setenta. Eran pioneros. Ellos inventaron la caligrafía del cine. Necesitaban que las imágenes fueran tan esenciales que narrasen la historia por sí mismas con apenas la apoyatura de unos carteles. Esa pureza narrativa ya les acompañó para siempre. Cuando veo alguna de las últimas películas de John Ford, Charles Chaplin o Jean Renoir, a veces, me parece que están inventando el lenguaje cinematográfico delante de mis ojos.

 La misma sensación me asalta al leer a Erri de Luca. La de una extraña pureza.

22 julio, 2012

Long Way Home



 Tom Waits.

 La única persona que canta con la voz de alguien que acaba de despertar de la siesta. Debería ser narrador de cuentos para niños. Quizá lo sea.

 Queda para otra semana la versión que ha hecho Norah Jones de este tema.

 Buen domingo ronco.

15 julio, 2012

Stormy Weather



 Etta James.

 Con la embestida recortadora de esta semana, no ha quedado un alma que recuerde a la selección española y su Eurocopa. Hemos pasado de querer el trofeo a desear el capote de Sergio Ramos para torear la demolición y la usura sin límite que se produce a nuestro alrededor. Unos tipos nos aseguran que siendo más pobres nos convertiremos en ricos. Siguiendo al dedillo los códigos básicos de un libro de autoayuda, apelan al "todos juntos saldremos de esta encrucijada" y al "es momento de estar todos unidos". La semana que viene, Wert recomendará sustituir "El Quijote" por "El Secreto" de Rhonda Byrne en todos los centros de secundaria. Al parecer, aumentando nuestra autoestima, saldremos de esta situación (que todos denominan, enfáticamente, precipicio) y lograremos, mediante el sacrificio, que la prosperidad esté a la vuelta de la esquina. Sólo hace falta tiempo (mucho).

 El que esto escribe, ignoraba que el sacrificio es una inversión de futuro para el que se sacrifica. Qué fácil es pedir sacrificios a otros con el único argumento de que tienes las manos atadas, que no puedes hacer otra cosa, que es lo que hay. Después de ejercer de sepultureros de todos los derechos básicos, todavía esperan comprensión mientras los verdaderos culpables que originaron el cataclismo se escabullen sin remedio delante de nuestros ojos y a la luz del día. Entre comisiones de investigación que nadie quiere y un "que se jodan" cazado al vuelo.

 El siguiente fragmento está extraído de otro blog y pretende ilustrar cómo trabaja el tiempo al convertir el futuro en pasado. Son ocho frases.

    1. España no es Grecia. Elena Salgado en 2010.

    2. Portugal no es Grecia. The economist en 2010.

    3. Irlanda no es Grecia. Ministro de economía irlandés.

    4. Grecia no es Irlanda. Papaconstantinou en 2010.

    5. España no es Irlanda ni Portugal. Elena Salgado.

    6. Ni España ni Portugal son  Irlanda. Secretario general de la OCDE.

    7. España no es Uganda. Mariano Rajoy.

    8. Italia no es España. La agencia Fitch.

 Esta última frase debe de ser trendingtopic en Italia. El tiempo ya está trabajando en ello. El paso del tiempo parece el único medio de comunicación independiente, no hace caso a unos o a otros, hace lo que le viene en gana. El problema es que el reloj no parece jugar a favor de la gente. El futuro apunta en una dirección próxima al neorrealismo italiano de posguerra. Seguro que todos recordáis aquellas películas donde un jubilado apenas lograba subsistir con su pensión (Umberto D) o el drama de un hombre que depende de una bicicleta para dar de comer a su familia (Ladrón de bicicletas).

 El neo-neorrealismo ya no está muy lejos. En algunos casos particulares, ya está aquí. Sólo queda esperar que no llegue un momento donde los abuelos le digan a sus nietos: yo recuerdo cuando no éramos Grecia. Ese abuelo no tendrá un caramelo Werther´s Original en la mano.

08 julio, 2012

Long As I Can See The Light



 Creedence Clearwater Revival.

 Esta canción aparece en los títulos de crédito finales de la película "La sombra del poder", una historia de periodistas que ya no son norma (son excepción, quizá extinción) con barniz americano. El argumento, con aroma a Watergate, es un canto al viejo periodismo cuyo vocalista no pasa de cisne quebrado.

 El tema musical de hoy, ha sido manoseado por decenas de documentales, películas y reportajes. Estos días sólo le supera en manoseo, el Códice Calixtino. Una amiga me ha dicho que los gallegos no nos merecíamos un robo tan cutre y mal resuelto. Lo mínimo es que te roben bien robado.

 El Códice Calixtino, sigue la pauta de los últimos años en los que estamos asistiendo al robo cutre y sistemático de eso que llaman, pomposamente, estado del bienestar. Una pandilla de pelagatos nos van a dejar como un perro bebiendo de un charco. De robos cutres, ministros cutres. Alguien se puede creer lo de la ministra de trabajo, que apela al altísimo para que le ayude en lo del paro, actuando como confidente para "La Razón".

 Sin duda, nuestros ministros compiten en materia gris con nuestro presidente, pero esta señora es de lo más asnal. Ha de tener cuidado Fátima Báñez con sus chivatazos. Le puede ocurrir lo que a Julian Assange. Aunque lo de la ministra de trabajo, más que filtración parece gotera. Una vez más, somos testigos de cómo la ley es algo que hay que manipular para obtener ganancias o beneficios. Ni siquiera en la situación actual, operan con la dignidad más elemental.

 El más malogrado de la semana ha sido Peter Higgs. Se empecina en descubrir el origen del universo cuando todos sabemos que lo que mueve el universo es esa partícula de Dios llamada "mentira".

  Si alguien no me cree, que investigue los alrededores del robo del Códice Calixtino.

04 julio, 2012

Chantaje en Broadway

 Hace unos días, he visto un documental acerca de cómo se perfila el número de septiembre de la revista "Vogue". Realmente, todo pivotaba alrededor de la figura de Anna Wintour, uno de esos personajes con un poder desmedido cuyo epicentro es el miedo atroz que provoca en otros. Tiene estudiadísimo su personaje, sabe que reduciendo su expresividad a cero no da pistas de lo que piensa y provoca el pavor de los que dependen de ella y lo que su revista sentencie. Diseñadores de moda de gran prestigio le enseñan su nueva colección previamente para ver qué le parece y cambiar lo que no sea de su gusto. En las imágenes ves como algunos, literalmente, tiemblan. Creen que están asistiendo a un juicio sumarísimo, cuando lo que hace Anna Wintour es comportarse como una esfinge, proponiendo acertijos, escrutando a su víctima, devorándolo. Simplemente paladea su poder y su adicción a la pleitesía.

 Desde el inicio de los tiempos, han existido personajes así. Sin ir más lejos, todas las Intereconomías están pobladas de regurgitadores de falacias malintencionadas, de insultadores profesionales, de tipos para los que la denominación de ratas equivale a un exceso de generosidad por mi parte o de gente que no les gustan las sobras a no ser que sean de los platos de otro. La película de hoy, tiene como protagonista a uno de estos personajes. Chantaje en Broadway. Alexander Mackendrick. 1957. Una película que se asemeja a una autopsia con un cadáver que almacena toda la podredumbre humana. Una historia tan bien contada que, el hecho de acceder a encenderle el cigarrillo a otro, puede significar el nivel de bajeza en el que te encuentras.

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 Seguro que muchos recordáis el síndrome de la letra en negrita de la columna de Umbral. Muchas personas empezaban el periódico al revés para ver qué nombres había en negrita. Era como ver los números de la lotería, se trataba de ver quiénes eran los agraciados. Instantes después, muchos arrojaban el periódico a la papelera. El protagonista de esta película es el "inventor" de la letra en negrita.

 Burt Lancaster hace uno de los mejores trabajos de su vida interpretando a J.J. Hunsecker, un tipo que pone aros para que los demás salten y pasen a través de ellos. Esa es su manera de entender las relaciones humanas. Escribe todos los días la reseña más influyente del país, titulada "los ojos de la ciudad". Es uno de esos columnistas que se consideran por encima del bien y del mal, de mesa privada y teléfono en un club. Cuando alguien osa plantarles cara, se apresuran a esconderse detrás del patriotismo o de sus lectores. Disfrazado de gran periodista, se dedica a dosificar su influencia y a la compraventa de favores.

 J.J. Hunsecker tiene una mascota que le proporciona material. Se llama Sidney Falco (Tony Curtis) y se anuncia como agente de prensa. Su trabajo consiste en escarbar en la basura de los callejones sórdidos y pasearse por las trastiendas malolientes, para todo lo sucio: él actúa de disco duro. Como los buitres, se alimenta de carroña, por lo que suyos serán los despojos. Miente, roba, lisonjea, engrasa, corrompe, repta. Todo con tal de llegar. Su mayor virtud es su voracidad, la mascota, algún día quiere heredar el puesto. También desea tener la ciudad a sus pies.

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 Si J.J. Hunsecker hace de esfinge, Sidney Falco es lo contrario, no para de moverse. Su territorio es la nocturnidad y el callejeo de club en club. Su paseo por los clubes de Nueva York (21, Morocco) de noche, nos ofrece un retrato meticuloso de la degradación humana, donde los bares tienen ojos, se dan cita los embaucadores y hay escarbadores profesionales de chismes que sólo tienen oídos para los susurradores de orejas. La película hace un recorrido extraordinario por ese mundo donde Weegee sacaba fotos con flash mientras Gay Talese o Abbott Joseph Liebling recorrían las calles.

 Sidney Falco hace de anfitrión y nos va mostrando su rutina nocturna. Asistimos a un mundo de corrupción absoluto. No hay límite a la hora de buscar la ventaja, el poder, la ambición o el éxito. Se paga cualquier precio. La disección de hasta donde puede llegar el ser humano cuando tiene demasiado poder o aspira a tenerlo es desoladora. La escena en la que Tony Curtis prostituye a una cigarrera es el colmo de la devastación humana, de una violencia interna terrible.
No hay pistolas ni detectives en gabardina pero es una historia negrísima. Posiblemente sea la película que ofrece una visión más sórdida e inmoral del mundo del periodismo. Aquí, los periodistas no son unos canallas pícaros como en las películas de Billy Wilder, son turbios, directamente bazofia.

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 Película de diálogos de hoja de afeitar. Todos los personajes piensan lo contrario de lo que dicen, la altura de los diálogos es increíble, hay frases con doble sentido que, a su vez, tienen sobreentendidos dentro. Imposible resistirse a las maquinaciones amorales de J.J. Hunsecker, a sus celos incestuosos, a su forma de entender la integridad como un defecto de carácter o a su primera aparición en la película en la que es idéntico a un jefe de gangsters disfrazado de periodista. Una de sus víctimas le pregunta ¿por qué todo lo que dices suena a amenaza?.

 El personaje de J.J. Hunsecker está basado en Walter Winchell, un periodista con una columna que seguían 60 millones de norteamericanos. Durante mucho tiempo fue, oficiosamente, uno de los hombres más poderosos de América a pesar de que era un simple chismoso al estilo de Louella Parsons o Hedda Hopper, que daban rango de noticia al rumor más conveniente a sus fines. Winchell poseía tal poder e influencia que ponía y quitaba a su antojo. Una simple mención en su columna podía convertir a una chica en estrella de la noche a la mañana. Los políticos sangraban por las manos de tanto dar palmadas en su espalda. Cuentan que intentó detener esta película ya que, según él, se sentía ultrajado por el guión. Burt Lancaster consiguió sacar adelante el proyecto.

 Además de Alexander Mackendrick, cuya dirección es portentosa, dos guionistas estratosféricos, Ernest Lehman y Clifford Odets, son los responsables de la altura que alcanza la película. Ernest Lehman fue agente de prensa de Walter Winchell durante cuatro años. Afirmó que todo lo que sale en la película se ajusta a multitud de situaciones que vivió en persona. Incluso aseguró que había dejado cosas en el tintero.

 Según cuentan, Walter Winchell acabó medio loco, escribiendo columnas inexistentes en bares cuando ya no tenía  trabajo. Seguía creyéndose su personaje. Su sustituto escribió una columna acerca de esto.

01 julio, 2012

Si tu vois ma mère



 Sidney Bechet y su clarinete.

 Hoy no sabía la canción que iba a poner hasta que una amiga me dio esta idea de la que me he apropiado descaradamente.

 Woody Allen se ríe de aquellos que afirman que repite la misma película una y otra vez, repitiendo la intro de "Manhattan". Sólo que, con los años, ha ganado levedad. Allí donde Gershwin era monumental, elige la ligereza del jazz. El blanco y negro, de una sobriedad espectacular, del skyline de Nueva York se transforma en los colores apagados, las calles de adoquín brillante y la lluvia de París.

 "Medianoche en París" debe de ser la idea que tiene Woody Allen de una película de ciencia ficción, de viajes en el tiempo. La nave espacial utilizada para ese menester, es un coche en el que la gente viene de farra. Pese a la nariz torcida de Owen Wilson y a la búsqueda obsesiva de rinocerontes por parte de Dalí, la película, con su aparente simplicidad, contiene todo el cine de Woody Allen: la conversión en comedia de cualquier situación dramática, los cambios de pareja, los personajes que nunca son felices y siempre buscan lo que nunca encuentran. En fin, la vida, que nunca es como uno la piensa.

 Los detractores de Woody Allen no se cansan de repetir que sus mejores películas son ya antiguas. Que su tiempo ha pasado. "Medianoche en París" les manda un recadito. Que no cualquier tiempo pasado fue mejor, que los moradores de cualquier presente siempre aluden a un pasado extraordinario y la ceguera les impide ver lo que hay delante. Que el cuello está diseñado para mirar hacia atrás, pero también hacia delante.

 Este señor, que se ha convertido en un intelectual a base de reírse de los intelectuales y que ya no hace cumbres del cine cada dos años, sigue siendo un gigante entre sus pares. Ya me diréis quién, hoy en día, hace comedias tan deliciosas como "Medianoche en París".

 A Woody Allen ha comenzado a afectarle la ceguera. Por supuesto, la ceguera de otros. Han de ser los mismos que afirmaban que John Ford era un tipo que sólo hacía películas del oeste.

24 junio, 2012

The girl from Ipanema



 Antonio Carlos Jobim componía y Vinicius de Morâes escribía las letras. Que si lo hicieron en un bar o que si no. Que da igual. Esta versión, grabada en Nueva York, solapa la bossa nova con unas gotas de jazz procedentes del saxo de Stan Getz.

 Joâo Gilberto y su entonces esposa, Astrud, cantan esta obra maestra del susurro.

 El verano ha llegado. Pese a que, día a día, nos aturden con las noticias de esa España en la que es lícito el pillaje. Pese a los pelagatos incompetentes que anuncian rescates como triunfos sin saber que sólo hay un sitio donde se puede encontrar queso gratis: una ratonera. Pese a la evidencia de que toca pagar las consecuencias de unos gestores que pasaron toda una vida escogiendo a los amiguitos, desplazando a los que de verdad valen. Esos que ahora se marchan a otros sitios. Pese a los patriotas futboleros y a la prima de riesgo, el verano ha llegado.

 Dejo de garabatear. Hoy no tengo las ideas claras, pero tengo un sofá...

17 junio, 2012

Senza Fine



 Gino Paoli.

 Senza Fine es una canción de un romanticismo inevitable para cualquiera que haya visto la película a la que pertenece: "Avanti", dirigida por un señor llamado Billy Wilder, un tipo que suele aparecer a menudo en este pequeño blog del arrabal virtual. Sus películas son como una ventana por la que entra la brisa y airea todas las miserias del ser humano con el arma más crítica inventada hasta la fecha: la risa. Aunque, a menudo, sea una risa atragantada.

 "Avanti" es una película de perfil bajo, oculta detrás de la ristra increíble de obras colosales y famosas - El Apartamento, Con faldas y a lo loco, Perdición- que forman la filmografía de Wilder. Aquel que se acerque a esta película, encontrará que, a veces, en lo oculto está lo maravilloso. Para el que esto suscribe, es una joya de la historia del cine.

 Jack Lemmon se disfraza de Wendell Armbruster Jr, un industrial americano melindroso y remilgado que predica la exaltación continua del beneficio, algo tan usual ahora que ya nos parece "lo normal". Todo lo mira con ojos de criterio economicista, por lo cual, la vieja Europa se le asemeja a un nido de vagos con pocas ganas de trabajar que disfrutan de siestas demasiado largas. Así nos veían los americanos en los años 60 y 70. Esto último, que parece tan rancio y anticuado, está sucediendo ahora mismo cuando Alemania y los países del norte, acusan a los países mediterráneos de ser demasiado proclives a la buena vida y a "producir" poco.

 Wendell Armbruster, llega a Ischia, una isla rodeada de un color azul ultramar que se instala apaciblemente en tu memoria y, sin él saberlo, el aire va entrando en su vida. En Ischia ocurre de todo, hay camareros que dominan el arte de la fotografía polaroid y encargados de helipuerto que salen a la pista de aterrizaje con un plato de spaghetti en la mano. El protagonista va, poco a poco, abriendo los ojos y termina por darse cuenta de que era un principiante en el arte de vivir.

 Muchos cineastas se cuestionan la realidad, la inventan u ofrecen historias donde intentan encontrar las preguntas adecuadas de su tiempo. El cine de Billy Wilder, en cambio, ofrece respuestas. Uno sólo ha de fijarse en los detalles. Si a uno le preguntan en qué consiste la burocracia, bastará con ver la escena del tanatorio donde un funcionario que guarda su sombrero en el portapaquetes de una vespa, estampa cuños por cuatriplicado a la velocidad inaudita de un percusionista.

 Billy Wilder puede explicar en qué consiste la censura mediante dos calcetines negros. Si alguien no sabe definir en qué consiste la retranca gallega sólo debe fijarse en Carlucci el mejor gerente de hotel que nunca haya existido. También puede aprender el arte de litigar viendo a la familia Trotta, los mafiosos napolitanos dueños del viñedo de esta historia, ninguna serie americana de juicios podría superarlos.

 Wilder y su otro cerebro (su amigo y guionista Diamond) nos enseñan acerca del tiempo y de lo importante que es malgastarlo en menesteres que merezcan la pena. A Ischia acude gente que dedica once meses al año al resto de la sociedad y se reservan uno para ellos. Son capaces de explicar sin una sola palabra cómo un tipo puritano va dejando atrás su antigua vida enseñándonos cómo se va escurriendo su bañador al nadar. Son tan buenos que pueden retratar la ingenuidad a través de una manzana.

 Que nadie se pierda la escena del beso en la báscula, donde aparecen cada uno con una parte del pijama puesto. Si Lubitsch la hubiese visto, sonreiría con el orgullo del profesor que se ha visto superado por su alumno.

 En Ischia, Wendell Armbruster hereda un adulterio de segunda generación y aprende a vivir.

10 junio, 2012

Rescue Me



 Mucha actualidad rescatadora le aguarda a Fontella Bass.

 Con las inversiones huyendo, las agencias de rating calificándonos de bono basura y el estigma de ser el cuarto país rescatado, hace falta ser muy ingenuo para pensar que ahora las cosas van a mejorar de repente, que la Unión Europea presta 100.000 millones de euros sin contraprestaciones abusivas para la sociedad de ese país (véase Grecia o Portugal) o que únicamente los bancos van a pagar el rescate cuando el dinero se presta al gobierno español (a través del FROB) no a las entidades bancarias.

 Rajoy, con su cara de mirar papeles siempre y que se está haciendo transparente a base de desapariciones, y el ministro de economía, ese fulano de sonrisa bovina cada vez que estrecha la mano de un usuario de Bruselas, son los tipos que, en lugar de afrontar el problema, lo convertirán en una cuestión semántica y no pelearán por salir del pozo, pelearán por la forma de denominar al pozo. Por la palabra en sí. Mientras se clavan los clavos en el ataúd, nos seguimos preocupando del maquillaje.

 ¿Cómo puede uno creer a un tipo que afirmaba rotundamente que no iba a haber rescate hace dos días? ¿Cómo puede uno fiarse de tipos que dicen una cosa y la contraria en cuestión de horas? ¿Cómo puede evitar uno hacerse las preguntas pertinentes?

 Somos un país proclive a escapar de los problemas y llamar a las cosas por otro nombre. Estamos deseando ver a unos multimillonarios jugando a la pelota para olvidarnos de todo. En lugar de utilizar la autocrítica para crecer, la convertimos en pieza de caza mayor y nos preocupamos de dar a entender por tierra, mar y aire que nuestros críticos y detractores son unos paletos. Una de las claves para ser mediocre es decir que sí a todo. Llevamos demasiados años siendo un país de mediocres. Tenemos una ausencia alarmante de gente capaz de utilizar palabras pequeñas que sirvan para explicar las cosas grandes. Aún peor, los capaces, callan.

 Mark Twain decía que "La guerra es la manera que tiene Dios de enseñarles un poco de geografía a los estadounidenses". Esta crisis es el vehículo mediante el cual hemos aprendido algo de economía. Ahora, el déficit o la prima de riesgo, se han convertido en conceptos cotidianos. En breve, vamos a aprender el significado de la palabra troika.

 Mark Twain, no hablaría de "rescate", seguramente sería más de su agrado denominarlo "óbolo".

07 junio, 2012

Horst P. Horst

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 Era la víspera de la segunda guerra mundial, en concreto, agosto de 1939, y el fotógrafo Horst P. Horst, en los estudios parisinos de Vogue en los Campos Elíseos, hacía esta instantánea  titulada Corsé Mainbocher. Fue la última fotografía que hizo en París antes de la guerra.

 Viendo otras imágenes de Horst, es fácil adivinar que era un fotógrafo de estudio. Uno de esos tipos que recelan de la improvisación y prefieren el ambiente controlado de un plató, donde se puede supervisar hasta el más mínimo detalle, idear escenificaciones minuciosas, calculadas, y disponer de atrezzo, decorados o elementos arquitectónicos.
Su gusto por el Art Decó y su manía (así era la publicidad de su momento) de retratar a las mujeres como si fuesen diosas o, incluso, estatuas, hace que sus fotografías me recuerden el estilo de las películas que Joseph von Sternberg hizo con Marlene Dietrich, una actriz cuyo mayor afán parece ser iluminarse a sí misma.

 A pesar de su elegancia, he de reconocer que no me gustan demasiado las fotos de Horst P. Horst. Sin embargo, la que he dejado más arriba, me apasiona. Famosa e iconográfica, de una belleza y un equilibrio indiscutible, parece la sensación de silencio convertida en imagen. Hay una combinación de intimidad (el corsé puede ser cosa de dos: el que lo lleva y el que lo anuda) y erotismo maravillosa. Incluso de tormento, la cuestión del corsé no es la comodidad, sino ensalzar la figura apretando lo que se necesite, aunque tengas que respirar mediante el aire del pulmón de otro.

 Es difícil elucubrar el detalle exacto que convierte a una imagen en perdurable. Nadie sabe por qué hay fotografías que el tiempo no parece desgastar. Es más fácil reconocer esas imágenes que explicar su misterio. Lo que hace que Corsé Mainbocher sea una fotografía especial (para mí, claro) es la luz y la simetría. Si hay algo mejor que la luz de esta foto, son las sombras, densas, profundas, de un relieve exquisito. Hay algo extraordinario en esa chica situada a la derecha que nos da la espalda (una espalda estupenda) y las tiras del corsé que caen hacia la izquierda. Tiene la simetría y el balanceo perfecto de un columpio.

 De esas fotos que ves y no puedes resistirte a una segunda mirada. Y luego una tercera.

03 junio, 2012

When you´re smiling



 Billie Holiday & Lester Young.

 Parece mentira. Cada semana suele tener un domingo y Billie Holiday aún no había pasado por aquí. Con los primeros acordes de esta canción, parece que te introduces en una película de Woody Allen. Este director fue el primero en saber que la música de Benny Goodman, Django Reinhardt, Billie Holiday y tantos otros, casaba perfectamente con la vida real.

 Obama ha declarado varias veces que él no sería el primer presidente negro de Estados Unidos si antes no hubiese aparecido una señora llamada Rosa Parks. Esa señora que se negó a ceder su asiento a un blanco y moverse a la parte de atrás del autobús. Obama ha debido olvidar que Rosa Parks jugaba una partida a tres manos con otras dos personas. Una de ellas era Muhammad Alí, un fulano que se negó a ir a la guerra de Vietnam -al parecer, allí nadie le había hecho nada- y al que desposeyeron de su título mundial de boxeo, impidiéndole boxear durante cuatro años. No perdió un ápice de su chulería y su gusto por la provocación. Él siguió con su arrogancia, ya legendaria, y su lema de "flota como una mariposa, pica como una abeja".

 Mucho antes de todo esto, Billie Holiday interpretó una canción que incendió toda Norteamérica. Se titulaba "Strange Fruit". El "extraño fruto" eran los negros colgados de los árboles después de los linchamientos, frecuentes en aquella época.

 Es el tercer vértice de ese curioso triángulo. Ninguno de estos tres personajes era político. Tampoco banquero.

27 mayo, 2012

Body Heat



 John Barry.

 Célebre compositor, conocido por la música que inventó para "Memorias de África" y "Bailando con lobos", partituras que seguirán sonando, una y otra vez, en anuncios de televisión hasta que el mundo se acabe. También compuso el tema de James Bond, algo que te permite pagar la factura de la luz en lo que te quede de vida. Menos conocida, es la música que compuso para "La jauría humana", "Robin y Marian" y, mi preferida, la que he dejado más arriba: "Fuego en el cuerpo".

 Ahora, que vivimos en una época donde hacer una película con un argumento original es más difícil que escuchar una frase verdadera en un discurso político, muchas de las historias que se fabrican son versiones, casi siempre penosas, de películas o argumentos anteriores. "Fuego en el cuerpo" es la prueba de cómo se puede hacer una versión nueva de "Perdición" de Billy Wilder y salir vivo, es más, hacer una película notable.

 Lawrence Kasdan, era un reputado guionista que además de escribir "El imperio contraataca" y "El retorno del Jedi", inventó, junto con Lucas y Spielberg, el personaje de Indiana Jones. Para su primera película como director, decidió afrontar el reto de adaptar "Perdición" a los tiempos actuales. ¿Cómo lo consiguió?. Aportando cosas, dando un nuevo lustre a viejos mimbres. Con un buen guión, con un buen reparto, con la dosis justa de personajes amorales e hipócritas, con una ambientación turbia, una música estupenda, un calor pegajoso, húmedo y, sobre todo con... Kathleen Turner, una mantis religiosa a la búsqueda de incauto.

 Como sabemos, el cine negro se compone de casos que salen en la página de sucesos, nunca en primera página. Siempre ha de haber una mujer fatal que abusa de un pobre diablo y que convierte el sexo insinuado en una ciencia exacta. Kathleen Turner juega en una liga superior, es como un termostato, es capaz de aumentar la temperatura de cualquier sitio donde entre. Tiene la capacidad de empañar el objetivo de la cámara con una mirada.

 Si alguien cree que la Bárbara Stanwyck de "Perdición" es una mujer fatal, debería ver a la Matty Walker de "Fuego en el cuerpo". Maquinadora. Implacable. Astuta. Podría utilizar mujeres fatales para que le fuesen a hacer la compra.

24 mayo, 2012

Martin Beck

 El matrimonio formado por Maj Sjöwall y Per Wahlöö escribieron juntos, entre 1965 y 1975, diez novelas policíacas en las que crearon a Martin Beck, el protagonista de esos diez relatos. Posiblemente sea más fácil definir a este personaje por "lo que no es". Martin Beck no es un héroe ni un antihéroe, es demasiado gris para ser ambas cosas. No es el típico policía rebelde, que actúa al margen de las normas. No es un genio deductivo dotado de un talento deslumbrante para resolver enigmas, ante el cual, el resto de los mortales reculan a la par que exclaman: ¿como diablos lo habrá averiguado?. No tiene glamour. Tampoco posee la gorra de Sherlock Holmes.

 Martin Beck ofrece sentido común (especie en peligro de extinción) y apego a la realidad, sólo es un tipo meticuloso que, quizá demasiado a menudo, se pregunta si lo que hace vale para algo. Sus compañeros de trabajo también pertenecen a la vida real, son tipos mediocres, con problemas mediocres y vidas mediocres. A menudo, sus trabajos policiales consisten en tareas monótonas con el aburrimiento como actor principal. No hay personajes perspicaces, de ocurrencia apoteósica o frase lapidaria al estilo del agente de la Continental creado por Dashiell Hammett.

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 Hay algo delicioso en la forma que tienen de comenzar cada novela que relaciona a estos dos escritores con el cine de Alfred Hitchcock. Siempre hay una escena inaugural que sirve como detonante, aquello que Hitchcock llamaba McGuffin, ese primer empujoncito que sirve como excusa y provoca que la piedra comience a rodar cuesta abajo. Estos inicios de novela suelen ser asépticos, objetivos, a veces son una mera descripción de un acontecimiento sin carga emocional alguna.

 Estas escenas inaugurales tienen una extraña tensión ya que, el lector sabe de antemano que está ante una "novela policíaca" por lo cual sabe que "algo va a ocurrir", lo que provoca que la atención del lector se ponga alerta desde el primer momento. Igual que en una película de don Alfredo, sabes desde el inicio que la cosa se va a liar, por lo cual, el propio espectador genera el suspense en su cabeza.

 Las historias que vienen a continuación después de esas pequeñas "intro", suelen avanzar de forma cronológica, desarrollando el procedimiento policial con un realismo sobrio y narrando sucesos que, hoy parecen normales, pero que, en su momento, eran poco complacientes con el público de las novelas de finales de los 60. Maj Sjöwall y Per Wahlöö, tienen una peculiar forma de narrar sus historias. Proponen una extraña mezcla entre un humor cercano al esperpento y una forma de contar la realidad y sus malos olores de manera concisa, fría, despojada de todo adorno. Cuando se produce un interrogatorio, no hay dramatismos ni frases grandilocuentes, sólo aparece la transcripción exacta en la que, al principio de cada línea hay una P de pregunta y una R de respuesta.

 Martin Beck y su grupo de policías, arañan la superficie sin piedad y analizan de forma implacable (a un servidor le encantaría ese nivel de autocrítica en el momento actual) la sociedad que les ha tocado vivir. Nos explican su tiempo y la falsedad de ese tópico del estado de bienestar de los países nórdicos en los que los problemas sociales parecían no existir.
La andadura de estos personajes durante diez años en la ciudad de Estocolmo, hace que acabes conociendo esa ciudad a pesar de no haber estado nunca allí. Para eso está la literatura y el cine, para engañarnos y hacer que creamos conocer un lugar en el que no hemos posado el pie.

 Martin Beck podría formar parte del grupo de policías que aparecen en la serie The Wire. Una serie tan apegada a la vida real que hasta los matices tienen matices.

  Como siempre, la novela negra no ofrece sólo entretenimiento.